sábado, 29 de diciembre de 2007

Las víctimas como "precio asumible" por la estabilidad

Hola Wotan,
Gracias por escribir, pues últimamente estaba este blog algo parado.
Con respecto a tu intervención quiero contestarte a las tres afirmaciones que contiene:
1. No creo que debamos pensar que el problema de la violencia se trivializa en la sociedad. Más bien crreo que no se alcanza a ver sus profundas implicaciones, o no interesa política y económicamente hablando: NO SE TE OLVIDE QUE LA MUJER ES UNA COMPETIDORA PARA EL HOMBRE EN EL MERCADO LABORAL, POLÍTICO Y ECONÓMICO.
2. No es fundamentalmente una cuestión moral, como tampoco lo es psicológica y sociológica, sino que alcanza a todas las instituciones y dimensiones humanas y, además, se enreda en los aspectos más estructurales de nuestra naturaleza cultural:EL HECHO DE SER PRIMATES INFLUYE EN NUESTROS MODOS DE RELACIONES, ASÍ COMO EL HECHO DE SER ANIMALES ¨COMUNITARIOS.
3. Las organizaciones evangelizadoras (la iglesia católica, y todas las demás confesiones)están haciendo un flaco favor a la solución de este problema. Pero bueno, esto es de esperar ya que los sistemas religiosos son muy reaccionarios y esta expresión no hay que entenderla como un juicio de valor, sino que debe ser vista como una constatación de un fenómeno sistémico: LA CULTURA DEBE PROPORCIONAR LOS MECANISMOS REACTIVOS PARA QUE LA ESTRUCTURA SOCIAL SEA "ESTABLE" (EVIDENTEMENTE ES IMPORTANTE DEFINIR LA "ESTABILIDAD").
4. Mi propuesta siempre ha sido muy sencilla: la estabilidad se puede definir de otra manera, si nos organizamos de otro modo, atendiendo a otros intereses...
A lo largo de ete blog, de todas las entradas, doy una explicación para que eto pueda ser, más o menos, entendido. Y en el libro que acabo de publicar: La soledad de Mae. Una investigación antropológica sobre la violencia doméstica, , Editorial Fundamentos, está toda la explicación de una manera correcta y completa (al menos eso espero). Aunque también os digo que este es un libro maldito.
En resumen podríamos deciar que existen demasiados prejuicios y perjuicios que hacen que el problema de la violencia doméstica sea abordado desde los individuos y no desde los modos de relación de esos individuos. Pero no nos engañemos, también es una cuestión de intereses económicos y políticos: ¿A qué estamos dispuestos a renunciar para intentar solucionar el problema de violencia doméstica?
Vayamos al CIS y observemos un dato muy esclarecedor, más del 81% de los españoles seguimos considerando a la familia como lo más importante de nuestras vidas, sólo superado por la salud (86%). Y la familia no es un problema, sino una “bendición”; no es lugar de conflicto, sino de reposo; no es un espacio de hostilidad, sino de cariño…
¡Ni más de 70 muertas al año nos hacen reaccionar!
Seguimos considerando la familia como el lugar propio donde las personas nos adecuamos a lo que somos como animales y como humanos, como individuos y como ciudadanos. Es importante, esencial, originaria, fundacional y es evidente, que en ella no se puede encontrar ninguna relación con el maltrato. Porque claro, aquellas familias en las que se produce maltrato no son auténticas familias, están desestructuradas, sea lo que sea lo que esto signifique.
Pues bien, aproximarse a la familia, y más con “malas intenciones”, no es una cuestión sencilla, por tres razones fundamentales que tienen que ver con la comunidad:
1. Porque estamos hablando de un tipo muy complejo de interacción que conecta a los individuos con la comunidad a la que pertenece. En este sentido, la familia (contexto intersubjetivo), es el espacio en el que se conforman los modos de pensar y sentir emocionalmente la realidad de los individuos (que son sujetos), pero su finalidad no se agota en sí misma sino en la comunidad.
2. Porque todavía sigue siendo sacrosanta para los individuos y para las instituciones, ya que es la primera barrera conservadora que tiene la comunidad para frenar el dinamismo creador o destructivo de los individuos (subjetividad), que puede ser desarrollo pero también, desorganización, caos, etc.
3. Porque siendo un espacio emocional compuesto por “los que importan”, los mecanismos de control de las interacciones (resolución de cualquier conflicto, regulación de las tareas paternas y maternas, etc.), se llevan a cabo en el ámbito de la privacidad y del desinterés (económico, político, etc.), con lo que la comunidad se ahorra muchísimos conflictos y muchísimos mecanismos institucionales para solucionarlos.
En definitiva, se ahorra muchísimo dinero. Una bofetada de un profesor, pongamos por caso, a un niño en una escuela puede terminar requiriendo la presencia (existencia) de policía, abogados, jueces, etc., y, sin embargo, dicho acto se transforma en un castigo pedagógico si se produce en el ámbito familiar.
También podríamos referirnos al cuidado de los ancianos. ¿Pueden ustedes imaginar los gastos que las mujeres ahorran al Estado cuando se ocupan del cuidado de sus familiares mayores e incapacitados?
Complejidad, autoconservación y economía tres razones lo suficientemente poderosas para que debamos seguir hablando de la familia como una esfera privada de los individuos en la que nadie debe irrumpir. Así sus problemas, que son específicos y peculiares, comienzan y acaban entre los límites del hogar y, como hay amor, cariño, etc., la solución es una cuestión de mejorar la comunicación.
Pero bajemos de los cielos y pisemos donde los ángeles no se atreven a pisar . Es mi mundo y el suyo: un mundo de razones con pasiones y pasiones con razones, en el que las mujeres cotidianas se enfrentan diariamente a un sistema de relaciones domésticas en el que lo deseado y lo esperado configuran los dos polos entre los que se desenvuelve su existencia.
Nadie niega que haya problemas, incluso que éstos sean graves: así lo reconocen más del 77% de las mujeres a las que he investigado . ¿Qué se puede esperar de una relación amorosa-familiar?... Los sinsabores, los altercados, las discusiones, los enfrentamientos, el dolor,…aunque no deseables, son esperables en una relación. Pero no vayan a pensar que esta forma de pisar el mundo, tan real y pragmática, señala a mujeres experimentadas en los avatares de la existencia cotidiana, puesto que el 78,26% de las menores de 21 años reconocen este punto de vista como propio.
¿Y quién negaría esto?
Ya oigo voces encontradas de ángeles malintencionados y demonios ingenuos (¿o era al revés?):
Las relaciones de pareja también son de amor, comprensión, compañía, sexualidad (esto sólo lo dicen los demonios, evidentemente), etc.
¿Y quién negaría esto?
Pero…no, no sigamos por este camino, por ahora. Continúen conmigo los bienaventurados y los malintencionados; los realistas y los idealistas; los racionalistas y los sensacion(al)istas… Sean lo que sean y por qué lo sean. Ocupemos el terreno prohibido y veamos qué podemos descubrir.
Para comenzar, una pregunta: ¿Qué ocurre con el 33% restante? Simplemente, que niegan cualquier tipo de calificación negativa en lo que se refiere a las relaciones domésticas. Sí, hay momentos malos, pero estos son los que hacen crecer y fortalecer la relación. Es un tanto por ciento bastante elevado de llamémoslo: ingenuidad emocional.
A continuación, observemos a ese 94,2% de mujeres, ¡incluidas las víctimas de maltrato!, que afirman pragmáticamente que la comunicación es la solución a los problemas de las parejas. Llegando a admitir que uno de los factores de la violencia doméstica es la falta de comunicación en la pareja, que posibilita que los problemas se vayan acumulando y terminen por detonar en una situación de maltrato. Seamos osados y llamemos también a este fenómeno: ingenuidad emocional.
Y para terminar, sólo al 5,8% se les ocurre afirmar que “las historias se acaban” y que cada cuál debe tomar su propio camino.
¿Qué vicios y virtudes se ocultan tras estos modos de pensar y sentir las relaciones entre hombres y mujeres?
Una simple y compleja respuesta: la disolución de la cuestión femenina.
¿A qué me refiero? Muy simple: seguimos pensando que la violencia doméstica es una situación que tiene que ver únicamente con individuos o con sociedades denominadas machistas, y no nos damos cuenta que la cuestión femenina es, ha sido y será una cuestión de Estado: de economía, de relaciones sociales, de natalidad, de organización, de instituciones, etc., y eso es algo a lo que no queremos, ¿sabemos? enfrentarnos.
Por esta razón, construimos un sistema de valores a través del cual nos representamos un universo doméstico sustentado por tres grandes pilares:
1. La creencia de que las relaciones de pareja son propias del ámbito privado y, por tanto, alejadas de lo público. En este sentido, la familia es interpretada como una especie de limbo-paraíso, donde los individuos se transforman en un cuerpo completo e independiente, ajeno a los avatares de la existencia cotidiana y al derecho político. Como mucho entraríamos en el terreno de la moralidad.
2. La creencia de que la relación entre hombres y mujeres es, cuanto menos, emocionalmente atemporal y necesaria: hasta que la muerte nos separe, y si la relación no va bien: ¡es una cuestión de diálogo!, de compromiso, de comprensión con respecto a la relación y, si fuera necesario, de sacrificio unidireccional (en la inmensa mayoría de las ocasiones).
3. La creencia de que la violencia doméstica es un problema (y por tanto puede desaparecer y…, aquí paz y después gloria); que surge de la falta de comunicación entre los miembros de la pareja. Claro, que como es él que acaba con ella, y es ella la responsable última de la esfera doméstica, pues ya se sabe: su amor siempre está comunicando.
¿Cómo superar este estado de la cuestión?
Introduciéndonos en los arrabales de la cultura y de la naturaleza, donde los ángeles no quieren pisar y el abismo tiene nombre de mujer. El lugar propio en el que se elimina la capacidad de supervivencia autónoma de la mujer y ésta se convierte en víctima objetiva a través de un sentimiento luctuoso de lo inevitable:
“Mi madre siempre me decía: “Por tus hijos, tú aguanta por tus hijos”.
Yo no aguantaba por mis hijos. Yo aguantaba por la esperanza de que cambiara, porque yo, en el fondo, lo quería” (Palabras de una mujer víctima de malos tratos).

domingo, 16 de diciembre de 2007

El libro La soledad de Mae. Una investigación antropológica sobre la violencia doméstica

Hace un mes que no he podido sentarme a escribir en el blog, los motivos han sido diversos pero fundamentalmente han tenido que ver con cuestiones relativas a la lucha contra la violencia doméstica.
Como es normal, durante el mes de noviembre se suelen acordar de mí y tengo mucho trabajo acumulado: desde conferencias hasta entrevistas por televisión, pasando por charlas en institutos o reuniones con la Directora del Instituto de la Mujer...
Además, este año ha sido especial porque durante el mes de noviembre he tenido que vigilar la publicación de mi libro La soledad de Mae. Una investigación antropológica de la violencia doméstica, , Editorial Fundamentos, ISBN: 978-84-245-1135-7, que como es obvio, por los datos que doy, está recién publicado.
Así que si queréis,podéis comprarlo, leerlo y comentarlo en el blogg.
También he estado muy ocupadp, porque he organizado las I JORNADAS CONTRA LA VIOLENCIA DOMÉSTICA DEL IES “LLANO DE BRUJAS”20-23 NOVIEMBRE DE 2007
LLANO DE BRUJAS

Muchísimo trabajo pero, os aseguro que ha merecido la pena. Los alumnos han trabajado muchísimo (más de 60 voluntarios de ambos sexos)y las distintas actividades se han desarrollado muy bien.
Os adjunto el programa por varias razones:
1º Agradecer a todos los alumnos que han participado activamente.
2º Mencionar mi agradecimiento especial a Juana Herreo, Charo Gonzáles y Alicia Poza (STERM). A las dos primeras por sus conferencias y a Alicia por su interés y por los futuros proyectos que vamos a llevar a cabo.
3º Para comentaros que el año que viene quiero ampliar estas Jornadas a más IES de la ciudad de Murcia, de la Comunidad y de otras comunidades, por lo que pido desde aquí, personas voluntarias para desarrollar el proyecto.

PROGRAMA
MARTES 20
10,50 h.
Aulas y pasillos del IES
Performance: “ECCE MUJER”
A cargo de las alumnas de 4º de la ESO y 1º de Bachillerato

11,30 h.
Salón de actos del IES
Conferencia: “UNA APROXIMACIÓN INTEGRAL A LA VIOLENCIA DOMÉSTICA”
A cargo de Dña. Juana Herrero, Responsable del Área de la Mujer de la Concejalía de Bienestar social y Políticas de Igualdad del Ayuntamiento de Murcia.
12,30 h.
Debate
(Para alumnos de 4º de la ESO)

MIÉRCOLES 21
11,30 h.
Salón de actos del IES
Cine-forum y Mesa Redonda (A cargo de alumnos)
Proyección del documental “AMORES QUE MATAN”
Modera: D. Pablo Cánovas Martínez
Ponentes:
Dña. Sara Pérez Castro
Dña. Ana Hernández Zamora
D. Sergio González Sánchez
Dña. Teresa Muñoz Casanova
(Para alumnos de 1º de Bachillerato)

JUEVES 22
11,30 h.
Salón de actos del IES
Conferencia: “EL CUERPO DE LA MUJER”
A cargo de D. Javier Ortega Cañavate
Autor del libro: La soledad de Mae. Una investigación antropológica sobre la violencia doméstica.
12,30 h.
Debate
(Para alumnos de 4º de la ESO)

VIERNES 23
11,30 h.
Salón de actos del IES
Conferencia: “MEDIDAS DE PROTECCIÓN INTEGRAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN EL ÁMBITO LABORAL”
A cargo de Dña. Charo González Martínez
Secretaria de la Mujer, Política Social y Atención a Pymes de CC.OO.
12,30 h.
Debate
(Para alumnos de 1º de Bachillerato)

Y para finalizar, he desarrollado un programa de intervención, que nombro a continuación,y se lo he propuesto al Instituto de la Mujer del Ministerio y al Instituto de la Mujer de Murcia.
Proyecto: INSTRUMENTOS SOCIOCULTURALES PARA COMBATIR Y PREVENIR LA VIOLENCIA DOMÉSTICA.
Ámbito de aplicación: INSTITUOS DE ENSEÑANZA SECUNDARIA, INSTITUTO DE LA MUJER, ASUNTOS SOCIALES y JUTICIA.
Sujetos: de aplicación: JÓVENES DE 13 A 18 AÑOS, VÍCTIMAS DE MALOS TRATOS, MALTRATADORES y TRABAJADORES CON VÍCTIMAS Y MALTRATADORES.
Intención: DESARROLLO DE LA SEGUNDA PARTE DE LA Ley 1/2004 de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.

Como veis, el mes de noviembre ha sido muy movido...Pero para eso estamos ¿no?
Un saludo.

lunes, 8 de octubre de 2007

II Parte. Durante la Edad Media

Vamos a ver, la Edad Media es una época muy larga y compleja, aunque se pueden hacer generalizaciones (con muchos matices y pidiendo disculpas a los especialistas).
La primera, no se puede esperar mucho de una época en la que el cristianismo (paulinismo) se convierte en ideología universal en occidente.
¿Qué esperar de Eva? “capaz de matar hasta a sus propios hijos por casarse con otro al enviudar, condenación de la humanidad una vez más, que nace y muere y vuelve a nacer para que el pecado deje de ser original y se transforme en natural”.
Nada se puede esperar, porque su ethos no es fruto de una decisión sino de una naturaleza. Pero no sólo es su cuerpo el que debe ser dominado, sino también su pensamiento: la palabra cháchara incansable, e insaciable, cambiante, pervertida y pervertidora de orden natural y social.
Pero al fin y al cabo no es culpa suya ser lo que es sino creerse más de lo que es, o lo que es lo mismo no saber ser lo que es (¿te suena del feminicidio?) y, por eso debe ser protegida de sí mismo para que no ponga en peligro a los demás, debe ser custodiada.
¿Y quiénes son sus custodios? La vergüenza, la sumisión y el temor, o lo que es lo mismo: el hombre, la ley y Dios.
No me digas que el cristianismo no ofreció nada bueno a la mujer
Yo no he dicho eso, pero lo que no podemos hacer es negar la evidencia y suponer que el mito cristiano está más allá de todo lo que hemos venimos indagando hasta este momento.
¿Qué pasa: que las sociedades humanas desaparecen, que el orden político y familiar no son necesarios, que el deseo, las relaciones entre mujeres y hombres, la educación, el control de las conductas, los problemas demográficos, la economía, etc., dejan de existir?
Las funciones prototípicas de la mujer durante este periodo son las mismas que en los clanes: producir bienes que complementen la producción familiar (en este sentido son una ayuda para el hombre, que es el que produce) la crianza y la educación a los hijos (educación religiosa, por supuesto, cuando occidente se hace cristiano). Y como en los clanes, los niños son separados de sus madres cuando tienen siete años mientras que las niñas se quedaban hasta que se casaban.
Verdaderamente, no.
Siguen existiendo las mismas necesidades, siguen demandándose las mismas funciones, siguen manifestándose las mismas estructuras… Aunque cambien las narraciones.
¿Pero algo tuvo que cambiar, puesto que con el cristianismo las mujeres alcanzan una consideración que hasta entonces no tenían?
En efecto. No se puede eliminar aquello que te hace posible, aunque si debes controlarlo para que no te imposibilite.
No lo entiendo
La reinterpretación que se hace de la mujer con el cristianismo, responde a unas necesidades muy pragmáticas para el desarrollo del mismo como fuente de poder.
A finales del Imperio, la mujer avanzó, o mejor dicho, se reinterpretó, en su estatus como persona y no sólo como hija, esposa o madre de alguien. De este modo y, desde una perspectiva mitológica (II), la feminidad no es sólo Eva (cuerpo y pecadora), también es María (virgen y madre) y Magdala (arrepentida y fiel).
Y a partir de esta condición de madre y esposa, puede encontrar carta de naturaleza como individuo, en un mundo que se modela según la transcendencia.
Porque la mujer es el vehículo de transmisión del cristianismo, es su instrumento de evangelización y por tanto, de poder, por lo que debe ser protegida y alentada, aunque dentro de unos límites, a saber: aquellos que marcan su propia naturaleza corrupta y corruptora.
Además, muchas de las medidas que supuestamente mejoran las condiciones de vida de la mujer: como santificar los matrimonios monogámicos, no tiene como objeto el reconocimiento de su autonomía, sino solucionar problemas de orden político, como poner límites las alianzas entre las familias nobles para que no puedan organizarse bajo un único liderazgo, lo que puede poner en peligro la estabilidad del Estado cristiano carolingio.
¿Y en el entorno urbano en el que la mujer era trabajadora extradoméstica, cambió algo su condición?
La mujer siempre ha trabajado dentro y fuera del hogar, otra cosa es que eso se quiera reconocer o no.
Aproximadamente la mitad de los maestros artesanos carecían de oficiales, pese a las legislaciones que les obligaban a tenerlos. El trabajo era sobre todo familiar. Trabajaban el maestro y su familia.
Cuanto más trabajaba la mujer en el taller de su marido, menos lo hacía en la casa, con lo que era costumbre en las ciudades contratar a una persona que hiciese su trabajo doméstico por un salario poco importante, aunque era ella, como responsable única, la que se encargaba de organizar todo lo referente a la unidad doméstica (¿Te suena de algo?).
La mujer, por tanto trabajaba en el hogar y, además, fuera de él, siendo en ambos ámbitos una fuerza productora, competente y competitiva.
¿Era legal? No.
¿Era de dominio público? Sí.
No había problemas hasta que se transformaba en una competidora del hombre.
¿Cuándo ocurría eso?
Cuando había crisis económica y paro entre la población masculina. Entonces, no permitían el trabajo en los talleres de sus maridos y las reconducían al hogar. ¿Qué va a pasar en nuestra Europa cuando se produzca una crisis económica grave…?
La historia de la mujer y el trabajo fuera del hogar es una larga y costosa lucha en la que la mujer ha sufrido, sufre y sufrirá más que los hombres, las consecuencias de las crisis económicas porque en un mundo complementario, la resolución de los conflictos siempre beneficiará al que ejerce el dominio.
Y esto es lo mismo que ocurre hoy en día, incluso en los países nórdicos: la mujer sigue siendo la responsable y organizadora de la unidad doméstica y además trabaja fuera del hogar, pero este trabajo no es tanto un trabajo como un complemento, es más una cesión que un derecho. Por eso la temporalidad afecta más a la mujer que al hombre, la mujer cobra menos dinero que el hombre a igualdad de trabajo.
No es de extrañar entonces, que cuando se es madre se tienda a renunciar al trabajo extradoméstico.
Pero no es una cuestión natural, sino de organización política.
¿O sea, que cuando venga una época de crisis económica la mujeres pueden echarse a temblar?
En efecto, pero siempre ha sido así, no es nada nuevo.
“En el curso del XVIII, las mujeres vieron ampliarse sus posibilidades de trabajo, pero lo más sorprendente es que no bien esto ocurrió, las mujeres en busca de empleo en la nueva rama laboral se multiplicaron y los salarios cayeron. El trabajo se identificó como “trabajos de mujeres” y como tal se remuneraba. En 1762, el Directorio de Campbell en Londres asignó la categoría de trabajo de indigentes a todas las actividades de confección de ropa a cargo de las mujeres, con lo cual expuso a las afectadas a situaciones de grave necesidad y proporcionó la base de reclutamiento para la prostitución”.
Por cierto: ¿existía violencia doméstica reconocida como tal?
Que el marido maltratase a la mujer era una conducta normal y socialmente aceptada. De hecho ni en el Derecho Romano ni en el Germano, la mujer podía divorciarse de su marido por el maltrato, sólo lo podía hacer si el hombre era homicida, necromántico o violador de tumbas (Romano); si era pederasta, o si la había obligado a fornicar con otros (Derecho Germano).
Ahora bien, durante los siglos XIV y XV los tribunales atendían numerosos casos de violencia doméstica . No sólo las mujeres sino también sus familias podían poner denuncias y solicitar la disolución del matrimonio (¿Y consideramos que nuestras legislaciones son novedosas?). Lo que implica que el problema existía pero que, a diferencia de otras épocas, era reconocido como problema.
Ahora bien, en última instancia y teniendo en cuenta que como buen sistema complementario la ley y la sociedad otorgaban todo su poder al hombre, para dominar a la mujer, los jueces solían recordar a las mujeres que debían obediencia a sus esposos.
Y nada ha cambiado ¿Verdad?
Menos de lo que creemos
A estas alturas resulta extraño que las mujeres no se pongan de acuerdo y acaben con nosotros.
¿Algo así como el mito de los ona pero a la inversa?

Pero es que las mujeres nos quieren y no saben por qué.
Una respuesta un tanto extraña
No lo es tanto, ¿o es que piensas que el amor no está determinado complementariamente?
Vamos a ver, nuestra forma de entender el amor entre mujeres y hombres tuvo su origen en la Edad Media, una época en la que junto a la mujer cristiana se desarrolla un complejo sistema de interacción: el amor cortés, cuyo paradigma pueden ser las historias de Tristán e Isolada y Abelardo y Eloísa.
¿Qué ocurre si lo interpretamos desde nuestro contexto?

miércoles, 5 de septiembre de 2007

¿TIENEN LAS MUJERES HISTORIA?

Durante el mes de febrero Palas Atenea hizo una pregunta acerca de cómo se manifestaba la situación de la mujer que yo describía en la entrada, a lo largo de una Historia de las mentalidades...
Quisiera realizar una descripción de mi tesis a través de una serie de textos en los que, básicamente, nos vamos a preguntar si las mujeres tienen o no historia y cuáles son las causas y consecuencias de ello.
Pero recordad que lo voy a hacer desde la antropología y no desde la historia, puesto que yo no soy historiador.
Estos textos van a tener un formato de entrevista, tal y como aparece en el 2º libro que he escrito: El sueño olvidado de Ávalon, para que no os aburráis, y el punto de arranque es una de las entradas del mes de febrero: Aproximación a la complementariedad como contexto cultural para entender la violencia doméstica. Así que ya sabéis, leed esa entrada y a continuación...
(Por cierto, el libro La soledad de Mae. Una investigación antropológica sobre la violencia doméstica, va a ser publicado por la editorial Fundamentos y subvencionado por el Instituto de la Mujer).

¿CUÁL ES LA HISTORIA DE LA MUJER?
¿Podemos decir entonces que cuando aumentan los grupos humanos, para que éstos sean eficaces, deben surgir subsistemas operativos en su interior?
Sí.
Y, claro, en estos grupos los subsistemas son más importantes que los individuos.
Más que el concepto de importancia yo preferiría decir que se convierten en la unidad mínima de interacción social.
Vamos a ver. En los sistemas de cazadores-recolectores al no haber distancia efectiva/afectiva entre el individuo y el grupo, es el propio grupo el que conforma el ethos de los sujetos. Esta identificación hace que tanto el grupo como cada sujeto se articule como unidad mínima de interacción social. Ahora bien, cuando los grupos aumentan y se vuelven más complejos, el individuo se distancia efectiva/afectivamente del grupo, por lo que el clan se articulará como una entidad mediadora, como configurador de la personalidad, y como estructura de poder y control social. La comunidad ya no lo es de individuos, sino de clanes.
¿Y cómo afecta esto a los modos de sentir y pensar las relaciones domésticas entre mujeres y hombres?
El sistema de relaciones domésticas se va a articular desde, lo que podríamos llamar una complementariedad representacional y afectiva como se refleja en la leyenda de los ona antes referida, que da lugar a unas pautas conductuales de sometimiento de la mujer al hombre, de la madre y esposa al guerrero-cazador.
La mujer, deja de ser autónoma y comienza a identificarse con su propio cuerpo: madre, esposa, hogar, eschara, domus…
La mujer ya es esencialmente madre (matrona) y, en el seno de la comunidad ya no es un factor de equilibrio y cohesión, sus logros sociales se identifican con los logros de su hijo, el cuál sólo se identifica con su padre y con el clan de su madre.
Pero también es esposa, y desde aquí, sólo puede atribuirse una parte del estatus de su marido, sin que él tome nada de ella.
¿Pero por qué estas modificaciones?
Debemos dejar de pensar en términos de Alicia en el país de las maravillas. Los occidentales estamos muy mal acostumbrados y hemos erradicado de nuestro vocabulario el término supervivencia.
¿Cuántos problemas se pueden generar en una comunidad si la mujer compite de manera directa con el hombre por las mismas esferas de realidad?
(Te sorprendería saber cuál es la situación estructural de las mujeres en Suecia...)
En los grupos de cazadores-recolectores nunca hay competencia directa, ambos pueden desarrollar sus funciones públicas sin ingerencias en el ámbito del otro (que es sujeto de consideración social), porque el grupo local y el individuo se identifican. Sin embargo, cuando las comunidades se hacen mayores, cuando los grupos regionales empiezan a ser las unidades de supervivencia, la necesidad del uso masculino (por el uso de la guerra como estrategia, por la emergencia de los excedentes, la distancia entre la comunidad y el individuo, etc.), conlleva necesariamente la disminución de la dimensión pública de la mujer y su consecuente relegación al espacio doméstico.
Pero esto no funciona así en el caso de las grandes sociedades matrilineales o matrilocales, lo que significaría que son una excepción a lo que estás afirmando.
Seguro que se pueden encontrar excepciones, ¿y qué? Cuando el fenómeno es el ser humano, todos los días encontramos a nuestro alrededor excepciones a nuestras teorías biológicas, médicas, sociológicas, psicológicas, etc. y nadie las invalida: fumadores de dos paquetes de cigarrillos durante 80 años y que con 95 todavía siguen vivos; estimaciones de votos que nunca se cumplen (y por eso ganan todos); mujeres que son maltratadas durante muchos años y no dejan a sus maridos; etc.
Pero es que en el caso que nos ocupa tu afirmación no es una excepción a nuestra hipótesis.
En efecto existen sistemas matrilineales, las iroqueses, los hurones de Norteamérica, los Nayar africanos y los Munducuru del Amazonas son ejemplos típicos, como también lo son los trobiandeses estudiados por Malnowski, pero dichas comunidades no representan un poder efectivo de la mujer (matriarcado), sino un poder masculino que se adquiere por línea materna.
El hecho de que se organicen matrilinealmente tiene que ver con las estrategias de supervivencia a gran escala en las que los hombres pasan largas temporadas fuera de la comunidad: cazando, guerreando, comerciando… ¿Quiénes se van a encargar de la organización cotidiana del grupo?: sus mujeres.
Pero no hay matriarcado, y aunque la mujer goce de un estatus social elevado no implica que su estructura de organización no sea complementaria. El padre no es sustituido por la madre, sino por el hermano de ésta; el Gran Jefe sigue siendo un hombre y aunque la humanidad provenga de una mujer, el héroe masculino es un hombre.
¿Podrías ilustrar esto con algún mito?
Este es un mito de los ceram, una cultura caníbal de Nueva Guinea (Melanesia), en el que se narra cómo los seres humanos dejaron de estar unidos y se formaron las tribus, y cómo dejaron de ser inmortales.
"Nueve familias de la humanidad salieron al principio del monte Nunusaku, donde la gente había brotado de racimos de plátanos. Entre ellos había un hombre cuyo nombre era Ameta, que significa "Oscuro", "Negro" o "Noche", y ni estaba casado ni tenía hijos. Un día salió a cazar con su perro. Al poco tiempo el perro olió un cerdo salvaje y siguió su rastro hasta un estanque en el que el animal huyó, pero el perro permaneció en la orilla. Y el cerdo se cansó nadando y se ahogó, pero el hombre, que había llegado mientras tanto, lo recuperó y encontró un coco en su colmillo, aunque en aquella época no había cocoteros en el mundo.
Al volver a su choza, Ameta colocó el fruto en un estante y lo cubrió con un paño en el que había el dibujo de una serpiente, después se acostó a dormir. Y durante la noche se le apareció un hombre que le dijo: "El coco que has colocado sobre el estante y cubierto con un paño debes plantarlo en la tierra". Ameta plantó el coco al día siguiente y a los tres días el árbol había crecido y estaba alto. Pasaron otros tres días y ya tenía flores. Subió al árbol para cortarlas, pues quería hacerse una bebida, pero mientras las cogía se cortó un dedo y la sangre cayó sobre una hoja. Volvió a casa para vendarse el dedo. A los tres días volvió y encontró la cara de alguien en el lugar en el que su sangre se había mezclado con la savia de la flor cortada. Tres días más tarde ya estaba el tronco de la persona, y cuando volvió de nuevo al cabo de tres días, encontró que una muchachita había crecido. Aquella noche el hombre se le apareció en el sueño: “Coge tu paño con el dibujo de la serpiente, envuelve cuidadosamente a la muchacha del cocotero con el paño y llévala a tu casa”.
Ameta hizo lo que el hombre del sueño le dijo y tres días después se llevó a casa a la muchacha, a la que llamó Hainuwele, cella. Pero no era como una persona corriente, porque cuando respondía a la llamada de la naturaleza producía todo tipo de cosas valiosas, de tal modo que Ameta se hizo rico.
Y en aquella época se iba a celebrar un gran baile maro, en el lugar de los Nueve Terrenos de Baile, en el que iban a participar las nueve familias de la humanidad y que iba a durar las nueve noches completas. Cuando la gente baila el maro, las mujeres se sientan en el centro y desde allí les dan a los hombres semillas de betel, éstos al bailar forman una gran espiral de nueve vueltas. La primera noche, Hainuwele estaba de pie en el centro y repartió semillas de betel.
La segunda noche, las nueve familias de la humanidad se reunieron en el segundo terreno, y de nuevo Hainuwele se colocó en el centro, pero esta vez, en vez de semillas repartió coral entre los bailarines. La tercera noche, repartió porcelana china. La siguiente, machetes. Después cajas de cobre para betel hermosamente talladas. Así, cada día que pasaba, Hainuwele regalaba cosas de más valor.
A la gente le pareció misteriosa la donación de tantos regalos. Se reunieron y discutieron el asunto.
Todos estaban muy celosos y asustados de que Hainuwele pudiera repartir tanta riqueza y decidieron matarla. Así que la novena noche, cuando la muchacha estaba en el centro del terreno, los hombres cavaron un agujero profundo en la zona. Después, durante el baile de los nueve círculos, fueron empujando poco a poco a Hainuwele hasta que la hicieron caer en el agujero. Cubrieron el agujero con tierra y lo pisotearon durante toda la noche.
Cuando el festival Maro terminó y Hainuwele no volvió, su padre supo que había sido asesinada. Fue al lugar de los Nueve terrenos de Baile, desenterró el cadáver y se fue a buscar a Satene, la segunda suprema virgen Dema que había dado el ser a los seres humanos.
Ameta le enseñó el cadáver de su hija y maldijo a la humanidad, y la doncella Satene convocó a la gente y les dijo: “Porque habéis matado, rehúso vivir aquí nunca más. Hoy os abandonaré y nunca me volveréis a ver sobre la tierra. A partir de ahora, quien quiera recuperar su ser deberá morir”.
Y como Satene se fue y la gente se quedó sin su ser, cada familia tuvo que inventarse uno diferente, y a partir de entonces dejaron de ser uno y se dividieron en distintas tribus que terminaron siendo enemigas” .

Si te das cuenta, el motivo es el mismo que en el mito de los ona, pero lo cierto es que si en estos las comunidades son patrilineales, en el caso de los ceram nos encontramos con comunidades matrilineales, en los que lo femenino (Hainuwele) tiene una gran importancia en el modo de regular las relaciones entre los clanes.
¿Dónde está la diferencia?
En el caso de los ona son los hombres los que eliminan lo femenino, de manera directa, mientras que en el caso de los ceram lo femenino es asesinado por la comunidad.
¿Dónde radica lo común?
¿Al margen de que el héroe cultural sea un hombre?
En que ambos reflejan una estructura complementaria: patriarcado (patrilineal/matrilineal), en el que la mujer es sometida en el ámbito de lo político y reducida al ámbito de la familia. En que ninguno describe una situación histórica sino que legitiman un tipo de organización determinada que encuentra su función en el entorno: supervivencia frente a otros grupos; agotamiento de los recursos; crisis demográfica, etc.
Sea como fuere, las comunidades que se organizan en clanes, ya sean matrilineales ya sean patrilineales, se organizan estructuralmente de la misma manera.
¿Por qué?
Porque son comunidades muy complejas en las que lo determinante son: extrínsecamente, las relaciones entre los distintos grupos que luchan por los recursos e, intrínsecamente, las relaciones de los individuos con el grupo.
Y todo pasa por la mujer ¿no?
En efecto, por evitar que la mujer se convierta en competidora y que desorganice, a través de la educación de los individuos, el orden establecido.
¿Entonces, cuánto mayor sea el grupo mayor es la necesidad de control de la mujer?
En efecto, pero recuerda que esta historia es una hipótesis de trabajo, cuya única función consiste en:
1. Integrar una determinada conceptualización sistémica en un modo posible de describir las estructuras políticas humanas, para…
2. …Poder utilizar esa descripción en términos de estructura con el fin de comprender un tipo de fenómeno, la violencia doméstica, que tiene una extensión universal.
En este nivel de nuestra descripción de un escenario posible, lo importante es señalar una especie de ley improbable pero muy posible: el tamaño del grupo es directamente proporcional al control complementario que ejerce el grupo sobre la mujer.
Cuando aumenta la distancia entre los individuos y el grupo y sabiendo que éste es la entidad de supervivencia de la especie, ¿cómo se garantiza dicha supervivencia ante los desequilibrios provocados por los individuos, en tanto que sistemas abiertos, y por otros grupos humanos?
La mujer no puede ser competidora del hombre en el seno de un grupo humano, sería una fuente enorme de conflictos políticos:
- Imagínate que ocurriría cuando una partida de guerreros iroqueses fuese a combatir contra los hurones y a su regreso, un grupo de mujeres hubiese dado “un golpe de estado” en nombre de un clan familiar y se hubiese hecho con el poder.
- O imagínate a las mujeres iroquesas con una libertad absoluta sobre su sexualidad y, por tanto, sobre la reproducción. ¿Cómo sabría un hombre si el hijo es suyo o no?
Etc.
Sería una fuente continua de conflictos y enfrentamientos que convertiría a los iroqueses en una comunidad poco apta para la supervivencia.
¿Cómo controlar que esto no ocurra?
A través de todo un sistema de conocimientos, valores y principios complementarios que controle el ethos femenino en función del ethos masculino.
Este control se realiza mediante la configuración de un sistema estructural que:
1. Establece una primacía y una separación de lo masculino sobre lo femenino; de tal modo que mujeres y hombres son separados desde la infancia.
2. Establece un espacio ritual en el que los niños acceden al mundo adulto (social) en el seno de un clan.
3. Establece un contexto de referencia en el que lo femenino es reinterpretado desde lo masculino.
El resultado final es un sistema que se desarrolla desde la complementariedad como contexto, alejando a la mujer de toda esfera de poder, y controlando su influencia sobre la educación de los hijos.
Todo el orden de la realidad se transforma de este modo, ontológica, epistemológica, ética y políticamente.
¿En resumen?
Se produce un tránsito (no se trata de una evolución, sino de un nivel de complejidad mayor debido al aumento de población en las comunidades humanas) de un mundo ancestral en el que los animales cazan con arco y con flechas y bailan danzas rituales; hacen fuego y son los grandes maestros de la humanidad, a un mundo en el que el hombre se hacer cargo del arco e impone su ley al orden natural y político.
El paso de un universo en el que el hombre menstrúa y las mujeres carecen de órganos sexuales, a un cosmos en el que el hombre le arranca los dientes a la vagina y la menstruación se vuelve principio contaminante.
La transformación de una realidad social recíproca basada en la autonomía de mujeres y hombres, a un orden político en el que las relaciones complementarias distribuyen el poder social del hombre (dominio) sobre la mujer (sumisión).
Y esto, es lo que cuentan los mitos de origen, bajo los que se podría reconocer el cambio de una comunidad originaria basada en la reciprocidad, en la que la mujer representa la creación y recreación del orden social. A una comunidad en la que la mujer es el caos, la ignorancia, la maldad que pone en peligro la propia supervivencia del grupo. Es el principio que de be ser controlado y sometido.
¿Y esta estructura sigue funcionando con el surgimiento del Estado?
Por supuesto, es lo que produce el síndrome del clan: ese complejo sistema de conocimientos, valores y principios complementarios, que conforman un espacio social en el que lo masculino representa lo público (lo político) y todo lo que eso conlleva, y la mujer representa lo privado (lo doméstico) y todo lo que eso presupone.
En las sociedades griegas más antiguas, la mujer es identificada con el hogar (eschiara), mientras que el hombre (oikos) simboliza lo que cubre, protege el hogar y, por extensión, representa el linaje, el templo, la patria lo político.
El síndrome del clan se manifiesta, en las sociedades homéricas, bajo un sistema de representación en el marido no es sólo esposo sino padre de su esposa, y bajo esa paternidad ejerce un control absoluto sobre la mujer. Y da igual que el matrimonio sea en nuera: en el que la mujer es dada y en esa donación se transmite la posesión; o en yerno, en el que la mujer es poseída por la línea masculina de su propia familia.
¿Este tipo de organización responde a situaciones de supervivencia?
Evidentemente.
En estas sociedades el grupo familiar se organiza y legitima a través del matrimonio complementario como instrumento para minimizar los conflictos entre familias: impedir, por ejemplo, la poligamia y que, a través de ella, una familia establezca demasiadas alianzas y acapare el poder; el crecimiento demográfico excesivo…
Fíjate como de nuevo aparece la conexión intrínseca entre la comunidad (Monarquía/Estado) y la familia.
¿Y qué me dices de la ginecocracia de Bachofen?
Sin centrarnos mucho en las críticas más técnicas y trascendiendo esa visión evolucionista de la historia que tenía Bachofen debemos tener en cuenta, que mantener la existencia del matriarcado es confundirlo con la matrilinealidad y la matrilocalidad. Y ni aún distinguiéndolo está claro que la interpretación de la sociedad cretense, o el estado egipcio, pongamos por caso, que hace Bachofen sea adecuada.
¿Recuerdas el mito de Cecrope (Mito III)?
Era una antiguo rey ateniense que convocó a todos los ciudadanos para elegir entre el olivo, que representaba a Atenea, y el agua que representaba a Poseidón como símbolos de la ciudad…
En efecto, y si recuerdas los hombres votaron a Poseidón mientras que las mujeres, que por aquellos entonces podían votar (según el mito), votaron a Atenea. Comoquiera que había una mujer más, ganó Atenea con el consecuente enfado de Poseidón que, ni corto ni perezoso, inundó la ciudad.
Para aplacarlo los hombres tuvieron que castigar a las mujeres…

¿Recuerdas cómo?
No podían volver a votar, no podían mantener el nombre de la madre y no podían ser nombradas como atenienses.
Perfecto. Y ahora ¿qué crees que nos describe este mito?
Evidentemente no es ningún acontecimiento histórico, más bien parece un modo de justificar la pérdida de la mujer de su condición política.
¿La pérdida? Eso significaría que en algún momento gozaron de dicha condición. Y no fue así, lo que se perdió, como mucho, fue la matrilinealidad, es decir que el mito justifica un sistema de funcionamiento social patrilineal (Mito II). Y, en última instancia, nos describe lo mismo que el mito ona o ceram: una estructura complementaria de organización política.
No es necesario, por tanto, interpretar, como hace Bachofen, este mito como un reflejo histórico del paso de la humanidad de un estado inferior/materno, a un estado superior/paterno.
Está claro que no es necesario y, por otro lado, sería muy controvertido
De hecho, lo es pero no debemos meternos en ese laberinto.
¿Y en Atenas?
Si aplicamos la ley de control complementario podemos deducir que la mujer fue eliminada de toda referencia política.
El surgimiento del Estado implica la supresión de los clanes (familias) como unidades mínimas de interacción social. Ahora su puesto va a ser ocupado por el individuo constituido legalmente (y no naturalmente como en los cazadores-recolectores, ni ritualmente como en los clanes). Emerge de este modo el ciudadano como entidad política.
¿Es la mujer una ciudadana? No, su pertenencia a la comunidad política la adquiere a través del contrato matrimonial. Es, por tanto, el matrimonio y no el nacimiento lo que dota de ciudadanía a la mujer. ¿Te suena de algo? Pero no nos confundamos, la mujer es ciudadana en tanto que esposa y madre y no como persona, por eso en el derecho ateniense la mujer es políticamente irresponsable por lo que debe estar tutelada durante toda su vida, por su marido.
El matrimonio es por una parte donación de la persona y su dote, del padre de la novia a su yerno y, por otra parte, dominio del marido sobre esa persona y su dote.
¿Qué le queda a la mujer? Someterse y domesticarse.
Por eso realmente la mujer siempre ha estado al margen de la historia.
En efecto, y no seamos ingenuos, al margen de la historia oficial y extraoficial, porque la historia, sea del tipo que sea, siempre es una narración política.
Y, así, de la misma manera que cuando escuchamos el término dios, imaginamos un hombre, cuando escuchamos el término historia, imaginamos la masculinidad. Y no es una cuestión de lenguaje, sino de ethos, porque todas las mujeres deben ser educadas para someterse a sus maridos y enseñar a sus hijas la naturalidad de dicho sometimiento, a la misma vez que debe enseñar a sus hijos a dominar a sus mujeres.
¿Qué espera una mujer de un hombre? Dominio.
¿Qué espera un hombre de una mujer? Sometimiento.
Fíjate que modo tan “sencillo” de evitar que la mujer se vuelva una competidora del hombre en la sociedad.
¿Y el mito es lo que configura dichas actitudes?
Es lo que refleja, en última instancia, la complementariedad como estructura que determina las relaciones domésticas.
¿Qué mas da que la situación de la mujer sea causada mitológicamente por el pecado de Eva, el voto a Atenea, la naturaleza (maternidad), o la ley? Sea como fuere, la auténtica causa es la estructura complementaria (del tipo dominio/sumisión) bajo la que se organiza cualquier sistema social (más complejo que el de los grupos locales) y cuya función consiste en controlar el carácter desestabilizador y caótico del ser humano, que a través de los mitos (en este caso nivel II), siempre es atribuido a la irresponsabilidad esencial o volitiva de la mujer.
De voluntad débil, de mente incapaz y de ser imperfecto, el Derecho Romano convirtió esa “diferencia” con respecto al hombre en norma jurídica, con todas las consecuencias que conlleva desde una perspectiva política…
¿La mujer entonces, ya no importa como ciudadana?
No es exactamente eso. La mujer desde una perspectiva cívica sigue siendo importante, pero como esposa y como madre, es decir en su función doméstica, por eso alcanza su reconocimiento cívico, que no político, cuando se convierte en madre, es decir, cuando proporciona descendencia a su marido.
¿Pero no es cierto que la aristocracia romana concedía igual importancia genealógica a ambas líneas familiares?
En efecto, los linajes son importantes, pero el ejercicio del dominio dependía de la línea paterna. Por eso cuando la cuando se casaban, la mujer preguntaba ¿quieres ser mi paterfamilia? Con lo que quería decir: que el hombre se convertía para ella en una “padre”, un jefe de familia, un amo de casa, a cuyo poder debía someterse junto con sus hijos.
Pero observa que un hombre se convierte en pater cuando muere su padre; mientras que una mujer se convierte en mater, proporciona hijos a su marido.
De este modo lo público y lo privado; lo político y lo doméstico alcanzan distinta significación en función de la autonomía del hombre o la dependencia de la mujer, de tal manera que mientras la matria potestad era una cuestión natural importante, pero que no llegaba más allá de lo doméstico, la patria potestad era un vínculo jurídico a partir del cuál se generaba todo el orden político.
En definitiva: ciudadanía y masculinidad eran la misma cosa./strong>
En efecto, una vez más se repite el mismo esquema complementario.
¿Y en la Edad Media todo empeora?
(...)

viernes, 22 de junio de 2007

23 de junio...otro día internacional de las víctimas de malos tratos

¿Cuándo fue la última vez que nos acordamos de ellas...?
Reflexiones acerca de una víctima de malos tratos (que no reconoce que lo es...)
“Nada de lo que te dicen, si es que alguien te lo dice, te sirve.
Nadie entiende realmente lo que te ocurre, y siempre sucede lo mismo, te critican, te dicen “que no te quiere”, “que te insulta”, “que te humilla”…y tantas cosas por el estilo. “Es muy fácil hablar desde fuera”.
Sí, lo que dices es cierto. Pero tú sabes que algo no está funcionando en tus relaciones.
Algo no está marchando como debería ir y cada día que pasa te sientes con menos fuerzas para entenderlo, por eso cada vez hablas menos de ello, e incluso lo piensas menos. A fin de cuentas sólo ocurre de tarde en tarde, y cuando sucede tú sabes que es porque ha tenido un mal día, porque él te quiere y sabes que lo que te dice y te hace no lo siente de verdad. Te lo ha dicho muchas veces, y si no lo ha hecho todavía, no te preocupes: ¡lo hará!
- “Lo siento mucho, es que hoy he tenido un mal día en el trabajo… Eso de que sólo sirves para follar no lo sentía de verdad”.
Y tú sabes que es así ¿verdad?
A fin de cuentas eres enfermera, trabajas en un hospital desde hace mucho tiempo, y nunca han puesto en tela de juicio tu valía.
Por eso lo disculpas, sus palabras han sido producto de un calentón: “cualquiera puede tener un mal día”. Y cuando eso ocurre se suelen decir y hacer cosas que no sentimos ni pensamos.
Os queréis mucho. No hay más que veros todos los días. Son ya siete años de novios y acabáis de solicitar una hipoteca para compraros una casa e iros a vivir juntos. Todo el mundo lo dice: “Estáis hechos el uno para el otro”.
¿A qué viene entonces, tanto problema por tu parte?
Estás exagerando y viendo tormentas donde sólo hay algunas nubes. No pasa nada. Es normal que las parejas pasen por malas rachas, pero recuerda que esos malos momentos fortalecen a la pareja, porque si amor verdadero, éste siempre sale adelante.
Él te quiere, muchísimo. ¿No recuerdas lo que te dijo?: “Si no es por mí estarías sola. ¿Quién va a querer cargar con alguien como tú?
No debes ser egoísta. Es tu hombre, tu pareja, el padre de tus hijos, la persona con la que vas a compartir el resto de tu vida. Y si a veces tiene “un mal pronto” y se le escapa algún insulto o
alguna bofetada, ayúdalo en vez de condenarlo. ¿O es que tú no cometes errores?”.
Por desgracia, esta reflexión no es ficticia sino que está construida a partir de una conversación que tuve con una amiga de esa persona, en la que me explicaba las conversaciones que tenían entre ellas.
Lo más grave, puesto que con el fenómeno del maltrato siempre se puede estar peor, es que estas palabras podrían ser aplicadas a dos chicas más de 15 y 20 años, estudiantes de instituto y de universidad. Pero no vayan a creer que la protagonista de nuestra reflexión es muy mayor, tan sólo 25 años.
¿Hasta cuándo lo vamos a permitir?
Tal y como lo reconoce la ONU y la Unión Europea, uno de los problemas éticos y políticos más graves que tienen las sociedades actuales, es el problema de la igualdad entre mujeres y hombres.
¿Qué estamos haciendo para solucionarlo realmente...?
La Ley 1/2004 de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, le da un peso importantísimo al ámbito educativo (Exposición de Motivos I y II) y obliga a la comunidad educativa al desarrollo de estrategias y mecanismos que permitan el reconocimiento de principios y valores, que promuevan la igualdad genérica a la misma vez que imposibilite conductas y valores tendentes a la violencia doméstica, tanto desde la perspectiva del alumnado (Artículo 1, puntos 1,4 y 5, que son los relativos a la Enseñanza Secundaria y al Bachillerato) como desde la perspectiva del profesorado (Artículo 7).
¿Qué estrategias estamos poniendo en marcha...?
Y mientras tanto, todo sigue igual... esperando que mañana o pasado podamos contabilizar la siguiente víctima mortal (¿cuánto vamos a tardar en llegar a 40?), que son las únicas cuyo recuento se hace a diario, el resto...
1. ¿Por qué las mujeres víctimas de maltrato sólo reconocen el maltrato físico?
2. ¿Por qué afirman que cuando no les pega, su pareja tiene una conducta, que podríamos señalar, ideal (lo que se espera de una pareja que te quiere), con respecto a ellas?
3. ¿Por qué soportan la situación de maltrato a lo largo de muchísimos años?
4. ¿Por qué hacemos responsables a las propias víctimas del maltrato?
5. ¿Por qué no se consigue que la violencia doméstica (y la situación de la mujer) sea reconocido como uno de los problemas principales de la sociedad?
6. ¿Por qué resulta tan difícil que se reconozca a la mujer como víctima prototípica de la violencia doméstica?
7. ¿Por qué la violencia doméstica sigue creciendo?
8. ¿Por qué la situación de las mujeres sigue empeorando?
9. ¿Por qué para ser mujer en el mundo hay que ser como un hombre?
Etc.
Estas son algunas de las cuestiones que ponen de relevancia que todavía queda muchísimo por hacer en la lucha contra la violencia doméstica. Y, además, ponen de manifiesto que las investigaciones tienen que empezar a desplazarse hacia otros lugares donde las estadísticas no alcanzan, como la familia y los centros de enseñanza.
En efecto, sólo podremos contestar a estas cuestiones si somos capaces de comprender el tipo de situaciones que se esconden tras estas preguntas; si somos capaces de entender qué significa ser mujer en el interior de una comunidad humana, para lo que es necesario adentrarse en el universo de la familia como contexto significativo de las interacciones entre mujeres (madre, esposa, pareja, etc.) y hombres (padre, esposo, pareja, etc.).
Pero, además, todo nuestro esfuerzo debe ser integral en su sentido más amplio, por lo que es necesario trasladar toda la investigación hacia áreas de intervención como las aulas, tanto desde una perspectiva teórica como práctica, lo que nos va a permitir desarrollar todo un conjunto de mecanismos de aplicación práctica inmediata, a través de las tutorías.
El objetivo: que los alumnos puedan reconocer en sí mismos los valores que posibilitan la violencia doméstica y la discriminación por razones de sexo y, a partir de dicho reconocimiento pueda establecer estrategias de corrección de conductas y de transformación de valores en sí mismo y en los demás, orientadas a la autoprotección en el caso de ellas, y al autocontrol en el caso de ellos.
Pero no se nos debe pasar por alto, que todas esas cuestiones sólo podrán ser abarcadas desde la cultura, es decir, desde el entramado estructural que conforma el modo-de-ser femenino en relación con el modo-de-ser masculino, por lo que, en última instancia, se debe construir un modelo explicativo desde el que podamos responder a cuestiones tales como:
1. Las causas estructurales (complementariedad) que producen la violencia doméstica.
2. El aprehendizaje de dichas estructuras.
3. Los mecanismos estructurales que pueden permitir modificaciones en el sistema de valores emocionales, que subyacen a dicho fenómeno, de tal manera que podamos sustituir la estructura de complementariedad desde la que se conforman las relaciones masculino>femenino>masculino... y por otra que sea de reciprocidad.
Queda, pues, mucho por hacer y no debemos baja la guardia en la lucha contra la violencia doméstica, más allá del 25 de noviembre y el 8 de marzo residen los tiempos y lugares donde las víctimas son olvidadas y los agresores se sienten seguros.

PD:He diseñado una serie de experimentos para trabajar en el aula (Tutorías de 4º de la ESO): ¿Quiere participar alguna persona en este proyecto? ¿Conocéis a alguien que quiera hacerlo...?
Gracias.

domingo, 13 de mayo de 2007

El maltratador como mediador de la cultura

El maltratador como mediador de la cultura
Ante todo, pediros disculpas por este prolongado silencio que ha durado un mes.
En mi descargo diré que he estado y esto muy ocupado. Como ya os comenté, estoy desarrollando una experiencia piloto con alumnos, en el instituto donde trabajo: La tutoría como instrumento para conocer los valores que determinan la violencia doméstica y para corregir conductas de agresión y/o de victimización en el alumnado. Además, he estado escribiendo la primera parte de un cómic acerca de la Historia de la mujer desde el paleolítico hasta la actualidad. A lo que hay que añadir la última corrección del manuscrito que, al fin (eso parece), van a publicar y todo esto mezclado con las clases que tengo que dar todos los días (que para eso me pagáis).
Una vez dicho esto, deciros también que en este blog puede participar quien quiera sin esperar a que yo tenga que escribir nada. Simplemente me lo mandáis y yo lo publico, de tal manera que el blog pueda transformarse en lo que yo deseaba desde un principio: un foro de discusión y de propuestas acerca de la condición de la mujer en el mundo y de estrategias para modificar dicha situación. También podéis contar experiencias sobre violencia doméstica propias y/o ajenas, etc.
Además de esta disculpa y de esta llamada de atención quiero escribiros por dos cuestiones, principalmente:
1. Quiero proponeros que os unáis a la Red de Acción Urgente de Mujeres de Amnistía Internacional (www.es.amnesty.org/nomasviolencia/actua_rau.php). Es un sistema de ayuda a través de Internet, en el que podéis proporcionar ayuda a mujeres de todo el mundo.
2. Porque tengo pendiente un comentario acerca de los maltratadores en el contexto de mi investigación.
Suele ser muy corriente escuchar y/o leer que el maltratador es, en cierta medida, una víctima. De hecho, hace pocos días, hablando con un amigo mío al que le tengo gran estima intelectual, me comentó que él sólo había vivido un caso de violencia doméstica (alguien de su familia, creo recordar) y dijo que si yo hubiese conocido al maltratador, me hubiera dado cuenta de que éste era un desgraciado moral e intelectual y que jamás sería realmente consciente de que era un maltrataba a su esposa.
Esto sería algo así como que el maltratador era una víctima de la sociedad en la que vivía.
No me sorprendió lo más mínimo, porque este tipo de opiniones suele estar muy extendida. Aun más, diría yo, es la más extendida entre los comunes y los expertos.
En efecto, ya sean maltratadores impulsivos (inestables e irascibles); instrumentales (drogadicción y antisociales) o sobrecontrolados (dependientes y obsesivos) (De Corral, P., “El agresor doméstico” en Sanmartín, J., El laberinto de la violencia, pp.240 ss., Ariel, Barcelona, 2004), hay una serie de características: baja autoestima, celos patológicos, trastornos de personalidad, falta de control sobre la ira, dificultad en la expresión de las emociones, alcoholismo, … que parecen exonerarlo de parte o toda responsabilidad. Pero se nos olvida que, aunque esto sea así, hay dos rasgos que lo definen: primero, que considera a la mujer como un ser subordinado al hombre, y por tanto le debe obediencia y, segundo, que el ámbito doméstico es el espacio de manifestación de su poder, por lo que debe controlar a la mujer.
De esta manera vemos como el agresor presenta las características propias del dominio y, por ende, exige la sumisión de una manera plena y consciente.
Ahora bien, podría objetarse que al formar parte de ese mecanismo cultural de la complementariedad, en el fondo es un mediador de la cultura y, por tanto, su responsabilidad vendría delimitada por esa instrumentalidad.
En efecto, así es, pero no en el caso del individuo maltratador, sino en el caso del ethos masculino.
No creo que los maltratadores deban ser pensados como instrumentos de la cultura. Si esto fuera así, se despojaría a los individuos de toda responsabilidad.
La cultura es contexto y en ella se dan todo un sistema de valores cognitivos y emocionales que conforman a los individuos, pero al fin y al cabo quien los desarrolla es el propio individuo desde su responsabilidad y libertad.
Cuando un maltratador maltrata, lo hace con plena responsabilidad y conocimiento del daño que está haciendo. Y sí puede evitarlo, lo que pasa es que es mucho más fácil y rentable no hacerlo. El abuso de poder premeditado y determinado por un fin (el dominio absoluto) es manifiesto en toda relación de violencia doméstica.
Se suele decir que en toda situación de violencia doméstica hay un estado emocional de ira. Junto a la ira aparecen el alcohol, los celos, el estrés, etc. No voy a discutir la presencia de estos elementos, pero aunque actúen como precipitantes de episodios de violencia física, no son la causa del maltrato doméstico por parte del agresor. Volvemos de nuevo a centrar la violencia doméstica en la violencia física.
La causa es el ejercicio premeditado y controlado del dominio sobre la otra persona, por eso el maltratador persigue en todo momento el aislamiento de la víctima, ya que así es más fácil. Y miente y manipula la voluntad de la víctima en cuanto percibe que ésta puede romper la relación. Abusa con plena conciencia de los sentimientos de su víctima con el objetivo de poder continuar su dominio.
Fijaos en la secuencia que describe la víctima de malos tratos (Ver blog: lunes 5 de febrero)
1. Le pega la primera paliza porque no le había pedido permiso para salir con sus amigas. (Aislamiento) ¿Alcohol?, ¿estrés?, ¿ira? DOMINIO
2. Excusa: el es un enfermo mental: No se le puede llevar la contraria. ¡Tócate las narices! (Que poco profesional por mi parte. Pido disculpas). A nadie le gusta que le lleven la contraria, y no vamos pegando por ahí a nadie. Además no tenía conductas violentas con otras personas. “El trato con le resto de la gente era amable”. Por lo que “No se le puede llevar la contraria se transforma en: no consiente que su mujer le lleve la contraria. ¿Estrés?, ¿alcohol?, ¿ira? Dominio.
3. Le llora a su padre cuando ella le deja y le dice que le pegaba porque ella no se cuidaba. Le lloraba a ella diciendo que no lo iba a hacer más, cuando lo va a dejar o cuando lo va a denunciar, etc.
4. No le permitía trabajar, ni tener vida propia (Aislamiento). ¿Ira? ¿Alcohol?, ¿estrés? DOMINIO.
Trece años así. Un día tras otro ¿Cómo creéis que vivía la víctima la mayoría de los días en que no recibía palizas?
Y ella lo quería y pensaba que se podía solucionar.
¿De verdad pensáis que él no se aprovechaba conscientemente de ello?
¿Él es un enfermo? ¿Un mediador de la cultura? No, es un criminal sin ningún tipo de atenuante.
Ese control, ese dominio sólo lo ejercía sobre su mujer y nada más. Y no era una situación episódica, sino constante y cotidiana.
No debemos olvidar ¡nunca! que la violencia doméstica no se reduce ni a las palizas, los insultos, o el homicidio, aunque sean sus manifestaciones más radicales, sino que estas manifestaciones son la punta del iceberg de todo un sistema de relaciones en el que la víctima ha ocupado un lugar de sumisión durante mucho tiempo.
Evidentemente, este planteamiento puede ser visto como una opinión tremendamente subjetiva, ya que desde un principio, como no se cansan de repetir algunos, mi investigación se ha centrado en las víctimas del maltrato y, por tanto, no puedo tener un conocimiento de causa acerca de los motivos que desencadenan las agresiones.
Cierto, pero también lo es que yo, aunque haya trabajado con mujeres, he investigado los sistemas de relaciones domésticas a través de los valores que los configuran. Estos valores, tanto para la feminidad como para la masculinidad, son interdependientes y nos sitúan ante una mujer sumisa y un hombre dominante, y el hombre que domina es plenamente consciente de su dominio, del mismo modo que la mujer sometida lo es.
Otra cosa muy distinta es que sepan el origen cultural de sus conductas. Eso es otra historia. Y si bien es cierto que los maltratadores no son responsables de sus valores (como ni tú ni yo lo somos) también es cierto que sí lo son de sus conductas y de los objetivos que persiguen con las mismas (como tú y yo): “que haga lo que deseo”, “que se comporte como es debido”, “que no me falte el respeto”…
Lo que pasa es que es mucho más cómodo tratar al agresor como a un enfermo biológico o social: drogas, alcohol, loco, paro,… con lo que se consigue eludir el verdadero problema porque si es una enfermedad, curas dicha enfermedad y solucionado el problema ¿verdad?
Pero no, no hay enfermedad que curar, ni problemas psicológicos o sociales sobre los que descargar la propia ineptitud e inoperancia de algunos de los responsables de la lucha contra la violencia doméstica.
El problema va más allá de los individuos y se desarrolla a partir de los modos en que valoramos y sentimos nuestras relaciones domésticas. Y, en este sentido, el maltratador es el dominador y él es consciente de ese dominio y del daño que produce en las personas que maltrata.

domingo, 11 de marzo de 2007

Proyectos y realidades

El día 8 me hicieron una entrevista en la cadena Ser del noroeste de Murcia, en un momento de la misma dije que el gran problema de la lucha contra la violencia doméstica, reside en que no se están tomando medidas educativas: medidas que tiendan a la revalorización no sólo de las mujeres en sí (autonomía), sino también del sistema de valores que determinan las relaciones domésticas (reciprocidad) en nuestra cultura. No creo que en ningún momento se entendiera qué es lo que quería decir y por eso quiero aprovechar el blog para explicarlo.
Yo no soy un especialista en violencia doméstica, o por lo menos no lo soy en el sentido psicológico y sociológico de la expresión. Si se quiere, se podría decir que soy un especialista en sistemas de relaciones humanas y desde aquí investigo el fenómeno de la violencia doméstica.
¿Qué significa esto? Muy sencillo, que cuando se analiza la violencia doméstica como efecto del sistema de interacciones domésticas, nos encontramos con un complejo sistema de valores cognitivos y emocionales que nos conforman a todos y posibilitan un espacio comunitario en el que, como mínimo, se puede decir que la violencia doméstica aunque no es deseable sí es esperable.
Yo sé que esta afirmación es muy difícil de entender, de tal modo que es opinión común considerar:
1. Que la violencia doméstica es un fenómeno en sí mismo.
2. Que el tratamiento del maltrato tiene que ver con los individuos.
3. Que el maltratador es un enfermo que debe ser reeducado.
4. Que la víctima, como tal, sólo debe ser recuperada en su autoestima.
5. Que la sociedad es un espacio neutro donde colisionan los individuos, desde su más absoluta privacidad.
6. Que la ley tiene un carácter educativo en sí misma.
Bien, supongamos que es así, pero admitamos que no es simplemente así. Y para gusto de todos recurramos a algo tan “sacrosanto” como los datos.
Si recurrimos a las estadísticas del CIS, en diciembre de 2006 los españoles considerábamos que la violencia doméstica era un problema menor, ocupando, según el tipo de pregunta que se hiciese, los puestos 16, 20, 21 y 25 de ….; con un tanto por ciento de preocupación entre los encuestados que oscilaba entre el 2,8 y el 0,4%.
Si hablamos de los problemas relacionados con la mujer (entiéndase como se entienda), las estadísticas son todavía peores: siendo los puestos 28 y 29 los lugares que dichos problemas ocupan entre la totalidad de los problemas que preocupan a los españoles y, en lo que se refiere al tanto por ciento de personas que lo reconocen, la oscilación se sitúa entre el 0,1 y el 0,4%.
Por supuesto, ni la violencia doméstica ni la situación de la mujer figuran entre los objetivos de la sociedad española en los próximos años.
No es necesario que vuelva a hablar (ver el blog) qué es lo que suele ocurrir cuando he tratado de exponer mi investigación en distintos foros (en artículos, congresos, cursos impartidos a la policía, charlas, instituciones, etc.), y me he encontrado con personas muy receptivas, pero también con muchísimas personas (demasiadas) que han manifestado una hostilidad absoluta hacia mis planteamientos.
Asimismo, tampoco es necesario que hable del último informe del Ministerio del Interior: ha descendido la violencia en España en todos los ámbitos menos en uno. ¿Cuál será?
Por otro lado, si quieren estadísticas sobre empleo, sueldos, etc. entren en el Instituto de la Mujer del Ministerio, pinchen en Estadísiticas. Mujer en Cifras y, después, en Empleo. Sigan adivinando...
¿Cómo enfrentarnos, pues, ante un problema que no existe?
Empecemos, pues, por el principio y replanteemos toda la cuestión, sin menoscabo de los logros que se están alcanzando en la lucha contra la violencia doméstica y ¿la igualdad de las mujeres?
Nuestro objetivo es muy complejo, pero factible:
1. Desarrollar estrategias que permitan el reconocimiento social del problema que conlleva ser mujer en el mundo, en general, y la violencia doméstica, en particular.
2. Desarrollar estrategias de revaloración y concienciación en edades tempranas a través de planes de intervención (tutorías) en los centros de Secundaria.
3. Desarrollar estrategias de concienciación en todos los estamentos sociales, en especial en aquellos que entran en contacto con víctimas de violencia doméstica, como la Policía.
4. Desarrollar estrategias que incidan en las familias y en las empresas como lugares propios donde se desarrollan las relaciones complementarias entre mujeres y hombres.
5. Desarrollar estrategias que conlleven la recuperación completa de las víctimas de maltrato.
Para ello debemos aceptar como petición de principios:
1. La violencia doméstica no es un fenómeno en sí mismo, sino que hunde sus raíces en los modos de sentir las relaciones domésticas: familia, amor, etc.
2. El tratamiento del maltrato tiene que ver con los individuos, pero tan o más importante, es el hecho que se desprende de la afirmación anterior: no las conductas de los individuos, sino los valores culturales que determinan dichas conductas.
3. La violencia doméstica, por lo tanto, no debe ser combatida exclusivamente encarcelando y reeducando al agresor y recuperando física y psicológicamente a la víctima, sino que hay que incidir en medidas que limiten y prevengan los modos de sentir las relaciones domésticas que posibilitan las conductas de maltrato como fenómeno ordinario (entendiendo como ordinario, lo que es esperable aunque no deseable).
4. La sociedad no es un espacio neutro en el que se relacionan los individuos, sino un espacio que emerge de la interacción de los sujetos. Y dicha interacción va más allá de la propia privacidad y se desarrolla a partir de una serie de valores y principios cognitivos y emocionales que tienen que ver con la intersubjetividad (lo que es compartido por todos y nos sirve como identidad).
5. La ley no tiene un carácter educativo. Preventivo y punitivo sí, pero no educativo. Ahora bien, a través de ella se puede establecer todo un sistema de estrategias que alcancen esa dimensión educativa.
Una vez que hemos establecido estos principios elementales, y tras la investigación que identifica el sistema de valores que impide la autonomía de la mujer y la reciprocidad en el sistema de interacción masculino>femenino>masculino…, atendamos brevemente a la palabra de otros especialistas.
Afirma Marta Torres Falcón (Doctora en Ciencia Sociales. Sus principales áreas de investigación son: “mujeres y derechos humanos”, y “violencia de género”. Es coordinadora del Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer del Colegio de México), que los modelos individual y familiar son insuficientes, y se necesita modelos socioculturales, como medio para “diseñar estrategias de atención y erradicación de la violencia familiar (…) y crear espacios de apoyo real para las víctimas”. (En San Martín, El laberinto de la violencia, pp. 77-87, Ariel, Barcelona, 2004).
Por otro lado, Leonore E. A. Walter (Profesora en el Centro de Estudios Psicológicos de la Universidad Nova Southeastern de Florida, institución que estudia los efectos psicológicos de la violencia contra las mujeres y los niños (intervención y terapias) y directora del Domestic Violence Institute), afirma que el restablecimiento de las relaciones interpersonales y la comprensión de las bases socioculturales de la opresión de la mujer, tal y como se manifiestan en su entorno (Ibid., pp. 205-218), son dos de los objetivos principales, de entre 10, que deben cubrir las terapias de supervivencia para ayudar a las mujeres maltratadas. Sin embargo, cuando fija el modelo para el tratamiento de de las víctimas y la consecución de estos objetivos, no establece ninguna estrategia para la consecución de los dos objetivos citados.
Por último, “escuchemos a la ley”.
Según la Ley Orgánica 1/2004 de 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, (Exposición de Motivos, Medidas de sensibilización, prevención y detección y Ámbito Educativo) la ley debe garantizar el desarrollo y aplicación de medidas que actúen en los niveles educativos y sociales, como elementos necesarios para la prevención, sensibilización y detección de la violencia doméstica.
Según lo dicho, otros modos de investigar el maltrato y la interacción doméstica son posibles, deseables y necesarios.
Y, también, es posible, deseable y necesario desarrollar estrategias de intervención sociocultural que actúen sobre individuos e instituciones.
¿Qué se está haciendo al respecto?
1. He llevado a cabo programas de intervención para la Policía Municipal de Lorca, cuyos objetivos principales fueron:
a) El reconocimiento del problema de la violencia doméstica como problema sociocultural, a la vez que individual.
b) La revalorización de las víctimas de maltrato.
c) La concienciación de que el problema de la violencia doméstica es un problema sociocultural.
d) El reconocimiento de los valores emocionales a partir de los cuáles se generan las relaciones domésticas.
e) La intervención con personas afectadas por estrés post traumático.
2. Estoy experimentando un programa de intervención con alumnos de 14 a 17 años que además de los objetivos a, b, c y d, permitan desarrollar:
e) El reconocimiento de los impulsos biológicos, como respuestas evolutivas, y su adecuación al sistema de valores culturales.
f) El valor de la autonomía de las mujeres con respecto a los hombres.
g) La reciprocidad como sistema adecuado de las relaciones de pareja.
Todo ello a partir de situaciones concretas con las que se encuentran cotidianamente.
3. Estoy preparando el modelo de intervención con víctimas de malos tratos para alcanzar los dos objetivos fijados para la terapia con mujeres víctimas de malos tratos.
¿Hasta dónde va a alcanzar todo esto?
No lo sé, porque para eso se necesita la colaboración de las instituciones y, hoy por hoy, no están por la labor.
Lo que pretendo es generalizar todos los programas, y para ello he pedido una cita con la directora del Instituto de la Mujer de Murcia, es un misterio cuando podré reunirme con ella, pero ya os contaré.
Por cierto, aprovecho para deciros que si conocéis alguna asociación de mujeres que trabaje con víctimas de malos tratos y quieran colaborar en mi proyecto, me pongáis en contacto con ellas. De nuevo, agradezco cualquier sugerencia que tengáis para mejorar mi trabajo.
Un saludo.

domingo, 4 de marzo de 2007

Una visión antropológica: estructuras de la cultura

1. El paleolítico
El primer modelo cultural que adoptó el ser humano responde al sistema de cazadores-recolectores; un sistema interactivo mediante el que se perseguía: minimizar el esfuerzo productivo, reducir el riesgo, controlar la población, y evitar y resolver conflictos.
Hay que entender que este sistema no sólo determinaba la interacción entre individuos y entre éstos y el grupo, sino que además regulaba los comportamientos con respectos a otros grupos de contacto, y las conductas con el entorno animal y vegetal (entorno productivo).
Pues bien, siguiendo los modelos de las culturas de cazadores-recolectores que existen en la actualidad y, contrastándolos con los restos arqueológico (cantidad, deposición, función, etc.) de los yacimientos paleolíticos auriñacienses, se ha llegado a la conclusión de que este tipo de comunidades interactuaban en tres niveles yuxtapuestos(Gamble:
1. Grupo local, compuesto por 25 individuos, que se organizan como unidad productiva básica.
2. Grupo reproductivo, formado por 175 individuos, que se constituyen como unidad de reproducción.
3. Grupo regional, constituido por 500 individuos, que se conforman como la unidad máxima de supervivencia a largo plazo .

Estos tres niveles quedan interconectados a través de los matrimonios exógamos, por lo que estos deben ser entendidos en el sistema total, como un mecanismo de formación de redes de emparejamiento que se desarrolla a partir del grupo local.
Desde esta perspectiva, pues, es precisamente el matrimonio lo que garantiza la supervivencia no sólo del grupo local, sino la supervivencia de todo el entramado , con lo que en última instancia, la familia se constituye como una estructura de poder y control social.
¿Qué características, con respecto a la familia, presenta este tipo de sistemas?
Técnicamente se conocen como sistemas de terminología esquimal (M. Harris), que se caracterizan fundamentalmente como tipos de organización nuclear basados en la reciprocidad.
Esto es así, porque no distinguen ni representacional ni axiológicamente, entre la línea materna y la paterna, por lo que no crea ningún modelo conductual preferencial, ni cognitivo ni afectivo entre los individuos.
Estamos en un sistema en el que la mujer y el hombre tienen el mismo valor desde su autonomía; y lo mismo acontece, pues, con la madre y el padre, la recolectora y el cazador. Un sistema, en definitiva, en el que no hay preferencia ni por el chamán ni por las “venus” (F.Facchini) .
Si recurrimos al materialismo para explicar este tipo de interacción recíproca, si lo redujésemos todo al ámbito productivo y reproductivo, la respuesta sería muy sencilla: Con respecto a la producción, tanto en el Paleolítico como en la actualidad, la subsistencia del grupo dependía en un 70% de la actividad recolectora de la mujer, aun cuando la aportación de la proteína de origen animal (30%) aportada por el hombre fuese fundamental para la supervivencia del grupo: ya fuese directamente, por su consumo; ya fuese por su valor para establecer alianzas con otros grupos. No vamos a descubrir ahora el valor de los convites.
Ahora bien, la respuesta no termina de ser completa, porque hemos reducido las causas a las relaciones de producción, sin tener en cuenta las relaciones de reproducción. Pero, cuando nos centramos en este tipo de relaciones, nos damos cuenta de que enseguida el grupo local se nos queda corto y, por tanto, debemos ampliar nuestra búsqueda y centrarnos, como hemos dicho anteriormente, en el sistema mayor en el que se inscribe toda interacción social; es decir, en el sistema de representaciones, valores y conductas que conforman la cultura que establece las condiciones de posibilidad de los grupos regionales.
En efecto, en esta época coexisten, en el mismo nivel, dos mitologías: la chamanística, propia del templo y las “venus”, propia del hogar. Pero estas mitologías (Mitos III) no sólo hacen referencia a las funciones que hombres y mujeres realizan (Mitos II), sino a los dos ámbitos de realidad que configuran el espacio representacional, axiológico y conductual de los seres humanos: el individuo y el grupo (J. Campbell), la subjetividad y la intersubjetividad (Mitos I).
La subjetividad como elemento necesario de flexibilidad, de creación, de heterogeneidad, desde donde el individuo: cazador y chamán, adquiere prestigio social.
Ahora bien, este prestigio desaparece cuando él muere. No se transmite a su linaje, puesto que la subjetividad se inscribe necesariamente en la interioridad de la intersubjetividad, del grupo como unidad vital mínima.
En este sentido, sólo si sobrevive el grupo sobreviven los individuos; sólo un grupo más fuerte posibilitará individuos más fuertes. Y un grupo más fuerte es aquél cuya cohesión entre los individuos es más fuerte y flexible. Y si bien la flexibilidad la proporciona el individuo, es la intersubjetividad la que posibilita la cohesión, controlando la subjetividad y manteniéndola dentro de los límites de tolerancia constitutivos de estabilidad social.
Por ello, no es de extrañar que la mitología chamánica se desarrolle en reciprocidad con la mitología de las venus; que es la mitología de la vida, del grupo configurador de los individuos; constituyendo un espacio de existencia en el que no hay distancia ni afectiva ni cognitiva entre el grupo y el individuo. Los individuos de los grupos locales y reproductivos se conocen por su nombre, y si se cruzan con algún individuo del que no saben nada, recurren a la cita de sus linajes familiares para encontrar su identidad en el grupo regional (J. Diamond).
La familia es, pues, el primer sistema de creación de la identidad de los individuos, pero esta identidad sólo tiene significado en el seno de una comunidad, que cuando se extiende queda ligada a través de los mitos.
Pero, claro, estos mitos desarrollan contextos de reciprocidad entre el hombre y la mujer, porque desde su autonomía, desde su ethos independiente, contribuyen a la creación y mantenimiento de los grupos regionales.
Se comprenden, ahora, las palabras de Nisa: ¿las recuerdan?
¿Recuerdan, también, qué sexo es el más apto para la supervivencia de los seres humanos? ¿Y sus características fundamentales?
Pero estas palabras no constituyen una negación de la identidad femenina, ni tampoco una afirmación de la misma interpretada desde contextos masculinos. Es la afirmación de la identidad femenina desde su autonomía y, desde aquí, es posible construir un contexto de relaciones recíprocas que se articule como condición de posibilidad para la conformación de las relaciones entre los individuos de distintos sexos.
No hay dependencia complementaria: las venus del auriñaciense no son amuletos de fertilidad, ni tampoco estímulos de la sexualidad masculina, como afirma Marija Gimbautas. Su significado era mucho más importante: la donación y protección de la vida, así como la muerte y la regeneración” . Pero vida, muerte, regeneración, no son conceptos aplicables a los individuos como sujetos, sino al devenir de los grupos que, como podemos prever, son matrilineales (que no matriarcados) (M II). Y desde esa matrilinealidad, la mujer como centro de las relaciones domésticas, que son públicas y no privadas, se articula, en última instancia, como garantía de la supervivencia del grupo regional, más que como esposa y madre.
Incluso la serpiente, que luego tendrá tan infausto recuerdo para la mujer, es un símbolo femenino; la diosa serpiente como significante de la constante regeneración de la vida: “La antropomórfica Diosa serpiente del Neolítico (M III) (…) que por medio de la renovación estacional de la energía vital, asegura y protege la vida de los seres humanos y los animales”
¿Y mientras, qué hace el chamán?
Sigue esperando, aunque sin saberlo. Todavía sus visiones no se han impuesto a la comunidad; ni su forma se ha hecho cotidiana en las cavernas magdalenienses. Su palabra no se impone ni crea, por ella misma, a la comunidad. Y aunque es autónoma sólo tiene sentido en una coral de dos voces. Es, ni más ni menos, que el compañero de la venus.
“Un día (Viejo ) decidió que haría una mujer y un niño, y los hizo a ambos de barro. Una vez que hubo moldeado el barro en forma humana, le dijo:’Tú serás gente’. Entonces lo cubrió y se fue. Al volver a la mañana siguiente, retiró la cubierta y vio que las formas de barro habían cambiado un poco. A la segunda mañana habían cambiado más y a la tercera aún más. A la cuarta mañana retiró la cubierta, miró las imágenes y les dijo que se levantaran y anduvieran, y éstas lo hicieron. Fueron hasta el río con su hacedor y él les dijo que su nombre era Viejo.
Mientras permanecían de pie a la orilla del río, la mujer le preguntó a Viejo: ‘¿Cómo es esto? ¿Viviremos siempre y no habrá final?’ Y él contestó: ‘Nunca lo he pensado, debemos decidirlo. Cogeré este pedacito de excremento seco de búfalo y lo arrojaré al río. Si flota, la gente morirá, pero a los cuatro días volverán a vivir de nuevo; morirán sólo cuatro días. Pero si se hunde, tendrán fin’. Arrojó el pedacito al río y flotó. La mujer se volvió, cogió una piedra y dijo: ‘No, no va a ser así. Tiraré esta piedra al río y si flota viviremos siempre, pero si se hunde, la gente debe morir, de forma que tengan piedad unos de otros y sientan lástima unos de otros’. La mujer arrojó la piedra al agua y se hundió. ‘Así sea’, dijo Viejo. ‘Habéis elegido. Y así es como ocurrirá’.”
(M III)

Aquí vemos como el chamán (M II), el tramposo, esa figura paleolítica que se refleja en las pinturas rupestres de de Lascaux, ese personaje que se confunde en mitologías más desarrolladas de las tribus de Norteamérica (A veces como coyote, o como Liebre, o como Cuervo o Arrendajo) . Pero también aparece en las mitologías de Europa septentrional, bajo la forma de Loki, o en las mitologías siberianas de los inuit. Y también podemos rastrear su presencia en África, como araña o como liebre o con nombre propio como Eshu.
Pero sea como fuere siempre en equilibrio con la Venus (M II), cuya vista está puesta no en los individuos (como la visión de Viejo), sino en la comunidad (como la visión de la mujer que está puesta no en la muerte de los individuos, sino en las condiciones de posibilidad de la supervivencia del grupo).
Así pues, individuos educados en un sistema representacional y axiológico de reciprocidad, mantienen unos patrones conductuales recíprocos como garantía de supervivencia de los individuos, permitiendo crear un sistema de alianzas, asimismo recíproco, que garantiza el mantenimiento de un grupo regional. Ya que en éste, lo fundamental no son los individuos, sino los grupos locales que lo constituyen.
Vemos, pues, que la causa de la reciprocidad como mecanismo de interacción social que, surgiendo desde la interacción mujer-hombre, conforma la familia como unidad mínima de interacción regional, no tiene su causa exclusiva, en las relaciones de producción y reproducción, sino en el entramado total de interacciones regionales, que son eminentemente relaciones sociales.
De tal modo, que si bien es cierto que el ambiente condiciona el espacio de interacción social, también lo es que el sistema de relaciones sociales determina el modo en que los individuos van a interactuar con su medio ambiente. Estableciéndose, de este modo, un complejo sistema de relaciones socio-ecológicas cuya realidad sólo es efectiva desde la estructura mitológica de reciprocidad que lo hace posible.
Obviamente estoy refiriéndome a las mitologías del animal maestro, que nos refieren a una realidad en la que los cazadores recitan oraciones, o realizan bailes (la danza del búfalo de los “pies negros”, por ejemplo) u otros rituales de restitución a la Naturaleza; donde el animal no sólo proporciona alimento, sino que también pone de manifiesto el lugar del ser humano en la Naturaleza, un espacio de equilibrio recíproco entre todos los seres.

2. La ruptura complementaria
Ahora bien, durante el Solutrense y el Magdaleniense se rompe este equilibrio .
El padre se impone a la madre, el templo a la casa, el chamán a la venus, el hombre a la mujer; el esposo a la esposa, lo público a lo privado. Los elementos distintos se convierten en esferas irreductibles donde se pierde la autonomía y donde uno de los elementos acapara todo el poder y, por ello, se convierte en determinante de la identidad del otro: la madre, la casa, la venus, la mujer, lo privado son interpretados desde el padre, el templo, el hombre el chamán, el esposo y lo público.
(Es sorprendente ver los paralelismos que se pueden encontrar con los modos emocionales a partir de los cuáles sentimos las relaciones entre mujeres y hombres).
"Nueve familias de la humanidad salieron al principio del monte Nunusaku, donde la gente había brotado de racimos de plátanos. Entre ellos había un hombre cuyo nombre era Ameta, que significa "Oscuro", "Negro" o "Noche", y ni estaba casado ni tenía hijos. Un día salió a cazar con su perro. Al poco tiempo el perro olió un cerdo salvaje y siguió su rastro hasta un estanque en el que el animal huyó, pero el perro permaneció en la orilla. Y el cerdo se cansó nadando y se ahogó, pero el hombre, que había llegado mientras tanto, lo recuperó y encontró un coco en su colmillo, aunque en aquella época no había cocoteros en el mundo.
Al volver a su choza, Ameta colocó el fruto en un estante y lo cubrió con un paño en el que había el dibujo de una serpiente, después se acostó a dormir. Y durante la noche se le apareció un hombre que le dijo: "El coco que has colocado sobre el estante y cubierto con un paño debes plantarlo en la tierra". Ameta plantó el coco al día siguiente y a los tres días el árbol había crecido y estaba alto. Pasaron otros tres días y ya tenía flores. Subió al árbol para cortarlas, pues quería hacerse una bebida, pero mientras las cogía se cortó un dedo y la sangre cayó sobre una hoja. Volvió a casa para vendarse el dedo. A los tres días volvió y encontró la cara de alguien en el lugar en el que su sangre se había mezclado con la savia de la flor cortada. Tres días más tarde ya estaba el tronco de la persona, y cuando volvió de nuevo al cabo de tres días, encontró que una muchachita había crecido. Aquella noche el hombre se le apareció en el sueño: “Coge tu paño con el dibujo de la serpiente, envuelve cuidadosamente a la muchacha del cocotero con el paño y llévala a tu casa”.
Ameta hizo lo que el hombre del sueño le dijo y tres días después se llevó a casa a la muchacha, a la que llamó Hainuwele, cella. Pero no era como una persona corriente, porque cuando respondía a la llamada de la naturaleza producía todo tipo de cosas valiosas, de tal modo que Ameta se hizo rico.
Y en aquella época se iba a celebrar un gran baile maro, en el lugar de los Nueve Terrenos de Baile, en el que iban a participar las nueve familias de la humanidad y que iba a durar las nueve noches completas. Cuando la gente baila el maro, las mujeres se sientan en el centro y desde allí les dan a los hombres semillas de betel, éstos al bailar forman una gran espiral de nueve vueltas. La primera noche, Hainuwele estaba de pie en el centro y repartió semillas de betel.
La segunda noche, las nueve familias de la humanidad se reunieron en el segundo terreno, y de nuevo Hainuwele se colocó en el centro, pero esta vez, en vez de semillas repartió coral entre los bailarines. La tercera noche, repartió porcelana china. La siguiente, machetes. Después cajas de cobre para betel hermosamente talladas. Así, cada día que pasaba, Hainuwele regalaba cosas de más valor.
A la gente le pareció misteriosa la donación de tantos regalos. Se reunieron y discutieron el asunto.
Todos estaban muy celosos y asustados de que Hainuwele pudiera repartir tanta riqueza y decidieron matarla. Así que la novena noche, cuando la muchacha estaba en el centro del terreno, los hombres cavaron un agujero profundo en la zona. Después, durante el baile de los nueve círculos, fueron empujando poco a poco a Hainuwele hasta que la hicieron caer en el agujero. Cubrieron el agujero con tierra y lo pisotearon durante toda la noche.
Cuando el festival Maro terminó y Hainuwele no volvió, su padre supo que había sido asesinada. Fue al lugar de los Nueve terrenos de Baile, desenterró el cadáver y se fue a buscar a Satene, la segunda suprema virgen Dema que había dado el ser a los seres humanos.
Ameta le enseñó el cadáver de su hija y maldijo a la humanidad, y la doncella Satene convocó a la gente y les dijo: “Porque habéis matado, rehúso vivir aquí nunca más. Hoy os abandonaré y nunca me volveréis a ver sobre la tierra. A partir de ahora, quien quiera recuperar su ser deberá morir”.
Y como Satene se fue y la gente se quedó sin su ser, cada familia tuvo que inventarse uno diferente, y a partir de entonces dejaron de ser uno y se dividieron en distintas tribus que terminaron siendo enemigas”
.

Pero este mito de muerte y renacimiento; de ruptura y reconstrucción de un nuevo orden, tiene su correlato en América del Sur. Los ona de la Tierra del fuego cuentan un mito que explica la fundación “de la logia o Hain de la sociedad secreta de los hombres” . Es un mito de origen que narra el exterminio de las mujeres a manos de los hombres, que vivían sometidos bajo el yugo del miedo.

“En los días en que todo el bosque era de hoja perenne, antes de que kerrhprrh el periquito pintara de rojo las hojas de otoño, con el color de su pecho. En los días en que krren ( el sol) y kreeh (la luna) andaban por la tierra como hombre y mujer y muchas de las grandes montañas durmientes eran seres humanos: en aquellos días lejanos, sólo las mujeres de la tierra ona conocían la brujería. Ellas tenían su propia logia (asociación) a la que ningún hombre se atrevía a acercarse. Las jóvenes, a medida que se acercaban a la madurez eran enseñadas en las artes mágicas, aprendiendo cómo llevar la enfermedad e incluso la muerte a aquellos que las disgustaran.
Los hombres vivían en un miedo abyecto y sometidos. En verdad, tenían arcos y flechas con los cuales proveer al campamento de carne, sin embargo se preguntaban: ¿de qué nos sirven tales armas contra la brujería? Esta tiranía de las mujeres fue de mal en peor, hasta que a los hombres se les ocurrió que una bruja muerta era menos peligrosa que una viva. Conspiraron juntos para matar a todas loas mujeres y sobrevino una gran masacre a la que no escapó ninguna mujer en forma humana (…). Los hombres se encontraron ahora sin esposas. Porque tenían que esperar a que las niñas se convirtiesen en mujeres. Mientras tanto, surgió la gran pregunta ¿cómo podrían los hombres mantener el poder ahora que lo tenían? Un día, cuando estas niñas alcanzasen la madurez podrían unirse y recuperar su antiguo dominio. Para prevenir esto, los hombres inauguraron una sociedad secreta propia y desterraron para siempre la logia de las mujeres en la cual se habían incubado tantas conspiraciones malvadas contra ellos…”.

La mujer (sujeto), como en el mito de los yolngu, ha sido asesinada. Esa mujer que simbolizaba el equilibrio entre el ser humano y la Naturaleza; entre los distintos grupos que configuraban el espacio reproductivo y de supervivencia ante las crisis ecológicas. Las relaciones de los grupos con el medio van a ser modificadas, y esto va a hacer que las relaciones entre hombres y mujeres se transformen, asimismo, como reflejo de un nuevo orden en el que todavía continuamos.
¿Qué es lo que ha ocurrido?
Todo el oren de la realidad que hemos visto se ha invertido ontológica, epistemológica, ética y políticamente: los jaguares cazaban con arco y con flechas, dominaban el fuego y eran maestros de los seres humanos. Él hombre menstruaba y las mujeres no tenían órganos sexuales. Incluso tenían el conocimiento y el poder sobre los hombres. Y esto, es lo que cuentan los mitos de origen, bajo los que se podría reconocer un orden social originario basado en la reciprocidad. Pero la mujer no representa la vida, sino la fertilidad, no significa la creación y recreación del orden social, no es la imagen de la Naturaleza. A partir de ahora, la mujer es el caos, la ignorancia, la maldad que pone en peligro la propia supervivencia de la comunidad. Es el principio que de be ser controlado y sometido.
Vemos aquí un tipo de interacción simétrica que rompe la reciprocidad desde donde se desarrolla y configura un espacio de complementariedad, donde la produce una redistribución del poder social que es acaparado por lo masculino. Con lo que la relación hombre>mujer>hombre…, va a ser eminentemente complementaria.
Nos encontramos, ahora, en un periodo frío, seco, de verdes praderas y grandes manadas que pastan y estamos inmersos en la cultura del cazador cooperativo. Durante este periodo la caza cooperativa a gran escala fue posible, no sólo por las condiciones climáticas y ecológicas, sino también por un avance tecnológico significativo que produjo mayor eficiencia productiva: uso del arco y las flechas, mejoras en el almacenamiento y conservación del alimento..., lo que llevaron irremisiblemente a un incremento en la densidad de la población, a un aumento máximo de los grupos corresidenciales, y a una ocupación semipermanente del hábitat.
Paralelamente a esta situación, se produjo el aumento, antes referido, de las manifestaciones artísticas donde predominan las imágenes de caza .
Surgen los grupos de cazadores totémicos, que constituyen clanes, cuya función consiste en acentuar el sentido de identidad de los miembros masculinos de un grupo regional.
El sistema totémico se va a consolidar sobre la base de un sistema ritual y mitológico que abarca dos dimensiones:
1. Una dimensión iniciática donde el niño nace a la sociedad en el seno, no de la madre, sino de su clan .
2. Una dimensión en la que los individuos se identifican con su clan y, a través de él, con su grupo regional, frente y contra otros grupos regionales que son sentidos como enemigos.
Así, nos encontramos, por ejemplo, que las asociaciones de los crow y los cheyenne, que conforman grupos de edad, compiten entre sí para superarse en el combate, robar caballos, y cualesquiera otras actividades que manifiesten, representativa y axiológicamente, valor.
En efecto, “su principal función era celebrar las hazañas militares y defender el honor y prestigio de la tribu” (M. Harris), así como mantener el orden de la población durante las marchas hacia territorios para la caza.
Desde aquí, evidentemente, el sistema esquimal carece de viabilidad, la familia nuclear, basada en la reciprocidad es imposible.
La mujer, en tanto que sujeto, queda limitada a un papel afectivo de madre y es reducida al espacio de la unidad doméstica, unidad que ya no es fundamental a nivel intersubjetivo. Esto es posible, porque su interacción con el hombre, cazador y guerrero, se desarrolla desde la complementariedad, sobre la base de una interpretación del mito femenino (sumisión) desde el masculino (dominio).
Ahora, el niño tiene un segundo nacimiento, no en el grupo local que ha perdido todo su valor, sino en un clan, bajo la sombra de un tótem con el que se identificará representacional, axiológica y conductualmente el resto de su vida.
El tipo de familia que se da es la extensa, perteneciente a la terminología Iroquesa, de esencial carácter corporativo, donde la residencia se establece según una estructura masculina, pues aunque sean matrilineales, las líneas se establecen según el padre de la madre, el hermano de la madre o el hijo de la madre.
Y si en los sistemas de cazadores-recolectores no hay distancia efectiva entre el individuo (subjetividad) y el grupo (intersubjetividad), de tal manera que es éste el que configura la personalidad de aquél; en este tipo de sistema, el individuo se separa del grupo, apareciendo una entidad mediadora que es el clan, como configurador de la personalidad, y como estructura de poder y control social.
Entre el hombre y la mujer se produce una simetricidad representacional y afectiva, como se refleja en la leyenda de los ona antes referida, que da lugar a unas pautas conductuales complementarias, de sometimiento de la mujer al hombre, de la madre y esposa al guerrero-cazador.
En efecto, la mujer es madre y, en el seno de la intersubjetividad ya no es un factor de equilibrio y cohesión, sus logros sociales se identifican con los logros de sus hijos, el cuál sólo se identifica con su padre y con el clan de su madre.
Por otro lado, es esposa, y desde aquí, sólo puede atribuirse una parte del estatus de su marido, sin que él tome nada de ella .
Desde esta perspectiva, el control que la madre puede ejercer sobre los hijos debe ser, a su vez, controlado, dirigido, pues puede alterar el sistema social .
Este control se realiza mediante la configuración de un sistema arquetípico que:
1. Establece una primacía y una separación de lo masculino sobre lo femenino; de tal modo que mujeres y hombres son separados desde la infancia.
2. Establece un espacio ritual en el que los niños acceden al mundo adulto (social) en el seno de un clan.
3. Establece un contexto de referencia en el que lo femenino es reinterpretado desde lo masculino.
El resultado final es un sistema que se desarrolla desde la complementariedad como contexto , alejando a la mujer de toda esfera de poder, y controlando su influencia sobre la educación de los hijos.
3. Neolítico
Desde esta situación, el ser humano accedió al Neolítico, un periodo donde se produjeron profundas modificaciones de todo el sistema de interacciones sociales propiciados, sobre todo, por la aparición del Estado como estructura sistémica de organización y control de la subjetividad.
En efecto, la domesticación de plantas y animales, los grandes asentamientos estables y la consolidación de las jefaturas hicieron posible la aparición de una estructura social caracterizada por:
1. Una acusada estratificación social ligada a la reinterpretación y redistribución funcional de los clanes, como grupos de poder que, como es obvio, se arman y mantienen un monopolio sobre el ejercicio de la violencia.
2. Una mayor territorialidad física que queda determinada no por un sistema de redes matrimoniales o clanes, sino por una entidad mayor que las subsume.
3. Una configuración del bien común más allá de grupos de parentesco o de edad.
4. Una limitación de acceso a los bienes y recursos.
5. Una transformación de los productores en siervos.
6. Un control de los individuos a larga distancia, tanto espacial como temporal, mediante una estructura mítica muy constrictiva, que va a ser ejercida mediante la restricción del acceso de la población en general, a las esferas del conocimiento, dominadas por una elite.
En este último sentido, Jared Diamond escribe:
“La última fórmula de los tecnócratas para conseguir el apoyo público consiste en construir una ideología o religión que justifique la cleptocracia (…). Cuando las creencias sobrenaturales obtuvieron esas funciones (justificar la transferencia de riquezas y mantener la paz entre individuos no relacionados) y se institucionalizaron, se transformaron en lo que llamamos una religión” .

Obviamente, y nuestro juicio, Diamond simplifica en exceso su afirmación, motivado, indudablemente, por esa corriente de pensamiento cuantitativo que sólo incluye como fenómeno aquello que puede ser reducible a magnitud. En este modelo, los contextos y las interacciones que los conforman no son cuantificables y, por ello, no pueden ser reconocibles como fenómenos. Pero lo que es evidente, al menos, es el reconocimiento del papel fundamental que las mitologías, acaparadas por un grupo e institucionalizadas, juegan en la conformación de las sociedades estatales.
Desde aquí, y en referencia al tema que nos ocupa, el control de la mujer se hace, incluso, más necesario; puesto que es el elemento fundamental para la transmisión de todo el sistema de representaciones y valores que van a configurar la personalidad de los individuos. Es muy importante insistir en la consideración maternal de la mujer, con todos lo calificativos mitológicos que ello conlleva y que hemos visto reflejados en las mujeres sujetos de la investigación.
Por eso, es un error considerar que la mujer adquiere, en sí misma, consideración social como individuo, y aunque se pueda considerar toda una mitología de la mayor parte del neolítico en le que la mujer representa, unívoca y exclusivamente, la fuerza creadora de la Naturaleza, esta representación se hace a través de la figura de la madre, que se transformará posteriormente en “virgen”, esto es, en madre de un dios.
Debemos, por tanto, destacar que a lo largo de todo el periodo paleolítico el chamán se va transformando progresivamente en sacerdote, figura que va a adquirir consolidación a lo largo del neolítico, por lo que no necesita representación alguna. Por ello no es de extrañar que “las representaciones masculinas (sean) escasas en las esculturas de la Europa Neolítica. En Achillion, por ejemplo, sólo dos de las doscientas imágenes representan deidades masculinas” .
En este nuevo espacio, el de la mujer como madre y el del hombre como sacerdote, que sustituye al de la venus y el chamán, la mujer va a jugar un papel mucho más importante, por cuanto de ella dependerá el control, de modo inmediato, de todo el proceso de aprendizaje social de los individuos, sobre todo en lo que respecta a su dimensión emocional. El hombre en tanto que sacerdote, por su parte, adquirirá un papel de control sobre la mujer, constituyéndose así como un mecanismo de control intersubjetivo creado por el sistema, con el fin de mantener, a distancia, el equilibrio del propio sistema, de tal modo que la familia, reorganizada a través de la las figuras de la “madre” y el “sacerdote” se conforma sobre la base de la complementariedad, desarrollándose, a partir de ahora, cognitivamente a partir de la figura del “padre”.
No se nos puede olvidar que la subjetividad debe ser controlada, pero esta ya no tiene un contacto cognitivo y afectivo inmediato con la intersubjetividad. Es decir, los individuos ya no tienen un contacto directo e inmediato ni con un grupo ni con un clan, que los vincule con el sistema social. El momento crucial es éste, el momento en el que, desde una perspectiva social, las dimensiones, emocional y cognitiva, del individuo adquieren funciones distintas, interiorizándose aquélla (inconsciente), y universalizándose ésta (conciencia), lo cual implica, de modo inmediato, no sólo un desajuste en el propio individuo, sino un desequilibrio entre su dimensión subjetiva y su dimensión intersubjetiva. De tal modo que la familia debe asumir todas las funciones que antes compartían con el grupo y/o con el clan, con el fin de reducir, insisto una vez más, emocionalmente, la distancia efectiva entre la intersubjetividad, que es Estado, y la subjetividad.
Es, precisamente, esta distancia efectiva entre el individuo y el Estado, lo que hace necesario que se consolide una estructura mitológica rígida que:
1. Conforme la personalidad de los individuos desde su nacimiento, de una manera unívoca y unidireccional. Esto es, que todos los individuos se constituyan cognitiva y emocionalmente (sobre todo) en la interioridad de un linaje único, más allá del grupo local o del clan.
2. Determine, unívoca y unidireccionalmente, los patrones conductuales y las conductas de los individuos, de tal modo que se adecuen a un sistema más amplio que trasciende el grupo local o el clan.
3. Mantenga, continuamente, mecanismos de control complementarios, en el que lo emocional y lo cognitivo se equilibren, con el mínimo gasto posible para el sistema como una totalidad .

Pues bien, como quiera que la familia se hace necesaria en este sistema por su función educadora; esto es, como unidad mínima de transmisión de conocimientos, valores y conductas asociadas a la conformación de la personalidad de los individuos y de sus patrones conductuales; y como quiera que la madre se convierte en el primer sujeto de transmisión, la nueva estructura mitológica debe establecer un contexto restringido de acción para ella, que será caracterizado, como ya hemos dicho, por un espacio complementario en el que el hombre/padre/sacerdote (dominio) ejercerá un control intersubjetivo sobre la mujer/madre/virgen (sumisión).
Para ello, los arquetipos deben cambiar de contenidos, deben modificar sus significados, por lo que nos encontramos con que en las mitologías estatales la mujer aparece como potencialmente peligrosa; como aquello que produce el dolor y la muerte y, por eso, debe ser controlada por el hombre. Por el individuo concreto que establece lazos matrimoniales, que siempre son intersubjetivos, con ella .
La mujer, reducida a su papel de madre y esposa, se constituye como complemento del hombre, desde su origen y, por ello, el único tipo de interacción posible es el de complementariedad, en todos los ámbitos.
De esta manera, el surgimiento del Estado provoca que se incida y refuerce el sistema de interacción complementario que había aparecido con el sistema de clanes, consiguiendo que la mujer, sustituta del grupo y del clan, transmita emocionalmente a su descendencia, un sistema de valores que imposibilite que la acción de los individuos pueda poner en peligro la supervivencia del Estado. Estamos hablando de sistemas hipercomplejos que necesitan multitud de mecanismos de control de conductas, y éstos, para que sean efectivos, tienen que ser muy próximos a los individuos. No se nos puede olvidar que, aun cuando nos sepamos, cognitivamente, miembros de un Estado, no nos sentimos ligados, emocionalmente, a la inmensa mayoría de los individuos e instituciones que lo componen.
Si pusiésemos en una lista todos los nombres de aquellas personas que nos importan, tanto emocional como cognitivamente, podríamos establecer una analogía entre las sociedades actuales y los comunidades de cazadores-recolectores del paleolítico (grupos locales, grupos reproductivos y grupos regionales). Si lo hiciésemos, nos daríamos cuenta de que cada unos de nosotros desarrolla su existencia cotidiana, en grupos que coincidirían esencialmente con los grupos locales y reproductivos. ¿Y el resto de los millones de individuos que forman parte de una sociedad? Para ellos está la ley, la razón, las instituciones, etc.
Así es más fácil entender las razones por las que las mujeres sujetos de mi investigación no vinculan emocionalmente ninguno de los fenómenos domésticos a su situación concreta. Llegando a distinguir entre las mujeres y ella, los hombres y su pareja, la familia y su familia. En este sentido la violencia doméstica, pongamos por ejemplo, es un problema social (o no) que tienen los demás.
¿Cómo está la situación en la actualidad?
Esto queda para otra entrada.
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